viernes, 30 de diciembre de 2011

¿Dos mil qué?

Me he propuesto muy poco para éste año que llega oliendo a nuevo. He descubierto un gran avance: nunca caminaré sólo, pues siempre me seguirá mi sombra. La verdad, hay veces que desearía que esto cambiara algo, que algún día por la mañana temprano aparecieras en mitad de la acera y yo, muerto de sueño, te abrazara y te dijera que te quiero, pero, por lo visto, no va a ser así. Tú seguirás con tu vida de tacones los sábados, resaca los domingos, sombra de ojos los lunes, y clases de dibujo técnico. Yo... bueno, seguiré aquí, mirando como pasa la vida, hoy lloviendo y mañana también. Poco más me preocupa aparte de  quedar bien conmigo mismo, "perdóname ángel", cosas así. Lo pero que puedes hacer es eso, mentirte a ti mismo mientras te arreglas para salir. Mejor es tener claro quién eres y lo que quieres que vivir en un sueño. Que sí, que sí, que el amor es muy bonito, pero acabarse se acaba, como todo. Creo que la clave es no creerse inmortal por vivir ciegos, por  no ver los defectos y fallos, los problemas y las "amenazas". En fin.

Y he estado pensando, algo usual, creo que es un poco egoísta éste punto de vista. Pero bueno, si aquí cada uno va a su bola, yo me uno al grupo, aunque luego son ellos los que hablan. Y es extraño, pero cada día les oigo menos, sordera súbita, estúpida evolución. Quien quiera que venga, le daré un abrazo y seré simpático, pero los que quieren que vaya detrás suya, como mi querida L, pues va a ser que no. Es navidad y no huele a nieve, aquí nunca nieva, sólo llueve. Joder. El caso es que cada día me sorprendo a mí mismo menos bebido que antes. Ha pasado un año y mi alcoholismo (prácticamente metafórico), ha muerto. No le extrañaré, no era del todo bueno. A día de hoy, sin embargo, la adicción a la música no ha decrecido ni un pelo, y aún sigo oyendo esa voz ronca y desentonada desafinando por la calle, oh luces de navidad, seguid brillando. Porque, bueno, hace frío y se hacen regalos, pero creo que el espíritu navideño me lo he dejado en el pueblo. Pues eso, adiós dos mil once. Ha sido un dudoso placer y/u honor.

viernes, 23 de diciembre de 2011

ConfesiónAbusrdaNº4 (extracto)

Y fue en ése momento cuando vi que, bueno, que eras tú, pero que no eras mía. Y no me di cuenta, pero algo dentro se me rompió, algo que había estado ahí sin yo siquiera saberlo. La sonrisa voló de mis labios para posarse en los tuyos, dejándome huérfano de alegría; y todo dejó de tener sentido. Lo de siempre, vamos, pero esta vez en serio. Me juré a mí mismo tomarme la vida menos en serio y disfrutarla más, porque las peres cosas llegan gratis y sin avisar, e incluso llegué a prometerme que te olvidaría, tiempo al tiempo, pero todo quedó en eso, en vagas promesas.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

ConfesiónAbsurdanº3

¿Por qué? Porque me apetecías. Me acuerdo de que a todos mis infructuosos intentos por conquistarte, tú respondías con una sonrisa que a mí me desencajaba. Te dabas cuenta, lo sabías, y te dejabas hacer. Tu sonrisa cuando te agitabas el pelo, eso era todo lo que yo necesitaba para saber que eras tú, que no podías no serlo, que el error relativo era cero. Y, bueno, acerté. Aún así, muchas veces pienso que el amor sólo es un fallo matemático, y que siempre da negativo; que las sumas son restas en realidad, y que el intervalo infinito se corta de repente en un punto. En nuestro caso, esta ley se cumple. No le he puesto nombre todavía porque estoy buscando algún nombre científico y rimbombante, pero es la ley matemática más cierta de la historia.

Bueno, la cosa es que aquí estoy en Praga, sin saber ni siquiera lo que hacer para no hacer nada. Me cuestiono ya hasta las cenizas de mi cenicero (¿cuándo empecé yo a fumar?), me sobran los motivos para mis excusas, pero me falta excusas creíbles para mí mismo. Siempre he tenido dos dedos de frente, y es por so que no me trago mis mentiras; pero lo que nunca creo haber llegado a tener es un sentido realista de mí mismo. Cuando me miro al espejo se me hace pesada y absurda la mueca que encuentro siempre entre mi pelo despeinado y el cuello alto de mi jersey, y sin embargo, me veo bien. Pero creo que el mundo si que es consciente (y probablemente más de lo que desearía), de mi falta  de sueño, sueños, y de mi maldita etiqueta usada en mi apariencia malgastada y por malgastar. Hasta los camareros de los bares de dudoso gusto me miran con algo de compasión cuando les pido otra.

Pero no todo es beber para saciar mi sed inexistente. Hay tardes en las que mi sentido común (o mi instinto de supervivencia, todavía no sé muy bien qué es), evita que salga a beber, y lo que hago es coger un libro, un Gin-Tonic, y me salgo al magnífico balcón del hotel. Es un balcón bajo y que da de cara a Praga y a la puesta de sol. Tengo en la cámara una o dos fotos que huelen a otoño, con esos colores rojizos y dorados tan bonitos que a ti tanto te gustaban. Y, ¿sabes?, son esas tardes las que de verdad me empiezan a coser algo aquí dentro del pecho, algo que está roto desde que tú te fuiste. Curiosa casualidad.

Hablando de tardes, hay algunas en las que incluso me da por pensar y escribir un poco, y me siento a pensar. Sí, a pensar. Tranquila, no quiero decir que no te recuerde, no quiere decir que te haya olvidado. Creo quees al revés. Involuntariamente, me tengo que sumergir en las historias de otros, de mis personajes, para hacer que mi mente se aparte un poco de tu recuerdo. Es muy nítido, tan nítido que todavía puedo verte delante mía, sonriendo, tu pupila contra mi pupila, tu boquita de ángel, tus medidas de maniquí. Hay veces que recuerdo como si fuera una película cualquier cosa, como el beso en Navidad, bajo la nieve, en mitad de la calle. Me pasa casi continuamente, como ahora mismo, mientras escribo. Y, lo peor de todo es que te evaporas lentamente entre mis manos, y vuelvo a recordar la maldita ley matemática que indica que todo se acaba, que el amor es un error matemático, y que tú no estás.

Sin embargo, sigue sin tener nombre...

sábado, 17 de diciembre de 2011

ConfesiónAbsurdanº2

Me encantaba mirar como te tomabas el café por las mañanas. En serio, era cuando me daba cuenta de con quién quería estar de verdad, de a quién amaba todo el tiempo. A decir verdad, nunca necesité más que poder tenerte entre mis brazos cuando quisiera. Te quise con todo mi empeño, y creo que me correspondiste. Y bueno, ahora aquí estamos los dos, muertos de asco y de frío, separados, pensando en qué pensabamos cuando hicimos lo que hicimos. La verdad, nunca me esperé este final tan.... desastroso, tú a una esquina del mundo y yo a otra, si es que el mundo tiene esquinas. Maldita sea, me he adiccionado al tabaco otra vez. Los cigarrillos son los mudos compañeros de mi pena, mi enfado y mi orgullo, que todavía intenta salvar los muebles del naufragio. Aquí estoy yo, fumando más que Bogart cuando creía que eso le ayudaba a crecer; bebiendo tragos largos para olvidarme de todo un poquito más cada día. No sé si tú estarás en tan desastrosas condiciones ahora mismo como yo, pero a mí no me apatece por las mañanas más que levantarme y volverme a acostar,a  ver si hay suerte. Hay veces que, cuando me da por pensar, unos leves fogonazos de mi ingenio entre la niebla densa del dolor, la pena, el humo y la melancolía pasmosa y rutinaria, me hacen ver que todavía me queda tiempo para volver a dedicarme a lo mío, que es escribir. Bueno, "escribir". Me aferro a la poesía con dedos de falsa modestia para ocultar mis típicos tópicos: tú, tú y más tú. Eso y el amor, si no sois la misma cosa.

En fin.

Lo que si es verdad es que desde el balcón de la habitación de mi hotel en Praga hay buenas vistas, y ya huele a otoño. El río está precioso cuando atardece, y es cierto que tengo uno o dos borradores en el Word. Pero aún así sigo viendo inútiles mis intentos de lo que sea que intente. Por eso he vuelto a fumar, porque así me siento vivo; por eso intento arreglarme al salir, para mirarme al espejo. Y sí, me veo más cansado, me veo gris, taciturno, pero al menos, de cuerpo entero. Pero, sin embargo...-sigo sin poder reprimir mis suspiros, incluso cuando escribo-, a veces, sigo echándote de menos. Porque muchas veces me doy cueta de que lo que ahora escribo con una fluidez inusitada y estimulada por los vodkas implacables que me bebo en el balcón, jamás te lo dije a la cara. Me acuerdo de cuantísimas veces te tuve a nada, unos quince malditos centrímetros volátiles entre tus labios carnosos y los míos; apenas nada entre tus preciosos ojos castaños y mis ojos hechizados por tu belleza. Aún recuerdo cuando te cogía de las mejillas y te acercaba a mí... y jamás te dije esto. Me acuerdo incluso de la última vez, en la puerta de casa. Mierda. Mis viejos fantasmas no me dan tregua, ni siquiera aquí en Praga, tan lejos de donde solía amarte. Pero lo cierto es que es verdad,

Me encantaba cuando te tomabas el café por las mañanas, cuando te tumbabas junto a mí en el sofá, y tu manera de mirarme cuando yo estaba liado con el piano. Me encantabas tú, y ahora, no te tengo.

jueves, 15 de diciembre de 2011

ConfesiónAbsurdanº1

Puedo escribirte los versos más brillantes que se me ocurran para que tú los quemes sin leerlos. Puedo soportar tus miradas, tu maldito contoneo cuando sabes que te miro. Puedo reprimirme las ganas de besarte cuando te me acercas y me hablas al oído, bajito, cuando puedo sentir tu aliento. Puedo resistir un poquito más cuando me derrumbo por dentro después de que me sonrías. Puedo, incluso, ignorarle, a él. Puedo hacer que nada de lo que es verdad exista, y puedo alimentarme de mis sueños tanto tiempo como me duren. Pero, en el fondo, me empiezo a cuestionar si hago bien, aquí sentado, viviendo una vida que ya no es la mía, que nunca ha sido la mía, mientras tú vives una vida que debería haber compartido. Quisiera hacer las cosas bien, y empiezo por hacerlas al revés, que no mal. Bastantes veces pienso que es muy inútil, que no vale de nada la mayoría de las cosas que hago, ni siquiera esto, escribir. Igual es la canción que suena ahora, ¿la oyes? Antes la conocías bien. Joder... Igual es que soy gilipollas y he estado metiéndome mentira tras mentira en la cabeza, película tras película, canción tras canción; y al final no han resultado ser más que eso, que mentiras. Joder, qué bien sienta esto. Y sin embargo, de absurdo no deja de ser evidente. Confesarme a una puta pantalla y a unas cuantas letras. Pero bueno, aquí está mi salida, por muy irreal que parezca. Ya que no te tengo, al menos, espero que leas esto, que sepas que va por ti, que te brillen los ojos cuando estés acabando y que lo releas por si todavía no se te ha metido en la cabeza que te quiero. Más incluso que él en ése portal el otro día, más incluso que las que te dan abrazos más fingidos que en la tele, bastante más que los que te tiran la caña por comer caliente el sábado; más que en Roma.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Pregunta retórica.

Amanece en la ciudad, otro día más en el que levantarse y pelear contra mi mismo y contra el mundo. Lo mejor es ajustarse el sombrero y sonreír al perro de al lado del banco donde he dormido. Vagabundo suena fuerte, mejor viajero, básicamente porque no encontré la respuesta en tus ojos, y tuve que irme. Siempre lo he visto así de natural, si algo no funciona, cojo mis cosas y me voy. Llevo caminando demasiado tiempo como para esperar que una mirada me detenga en seco, paralizado. Y bueno, mucho menos tu mirada. Me la sé un poco de memoria, y me cansa. Ya te digo, desperdicié demasiado tiempo mirando en unos ojos que no eran más que un espejismo, un espejo. Creo que nunca dejé de mirar mi pupila con mi pupila. Aún así, descubrí dos diferencias. Una: yo puedo verte todavía, en la distancia, quieta, ¿puedes tú verme a mi?

La otra: yo puedo verme a mi mismo cuando bajo la cabeza, cuando me sumerjo en mis pensamientos. Puedo ver mis zapatos gastados de tanto andar, puedo ver mi sombra cansada detrás mía, todavía pegada a mis talones. Puedo ver mi orgullo colgando del pecho, y puedo distinguir mi sonrisa en los charcos, en los peores momentos. Mi diferencia, en forma de pregunta, es: ¿puedes verte tu a ti? ¿Qué queda? ¿Algo?

martes, 13 de diciembre de 2011

Cuentos?

-Cuentan que cada día que pasa en este maldito pueblo es más aburrido que el anterior. Éso es lo que cuentan, abuelo-por primera vez en mucho tiempo, su abuelo levantó los ojos del fuego y los clavó en las pupilas de su nieto. Su mirada era indescifrable, pero muy profunda.

+¿Acaso crees eso? Mira por la ventana, y calcula cuánto tiempo llevas aquí.

S tmiró por la ventana un momento y tragó saliva.

-Joder, otra vez nevando.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Querida Bárbara:



Te escribo esta carta desde las calles de París. Sí, París, la ciudad más bonita del mundo cuando hace frío, la de las luces inextinguibles, la de los besos y los cafés calientes, y los pasos apresurados sobre y bajo la nieve (sí, la de las aceras y al del cielo).  No sé, me gustó tu carta, o al menos me identifiqué con lo inconfundible. Sinceramente, llevo paseando con las manos en los bolsillos por estas calles mucho tiempo, pensando, con una sonrisa nostálgica en los labios. No tengo más que un secreto, que vale por mil verdades. He llegado a  esa conclusión. Y, perdona por decírtelo, pero, como con lo de los pingüinos, me niego. El amor me esquiva y me sonríe maliciosamente, y ataca cuando más desprevenido estoy. Por eso prefiero dejarlo y dejarme, y tan sólo disfrutar de París. No es ninguna alusión a mi querida M, pero la echaba de menos. El Loira me refleja otro mundo, otra vida que había olvidado un poco. La verdad, ya que estamos de confesiones, las Navidades del año pasado me las pasé borracho y cantando desafinado, tirado por las esquinas, esperando a que nevara, pero sin llegar a sentir que era Navidad del todo. No culpo ni acuso ni señalo, tan sólo te pido que estas sean diferentes.

Gracias por, sino el blog, al menos, haberme hecho sentir identificado.Atentamente, desde París,el inconfundido.


Ocho.

Me acabas de demostrar todo con no hacer nada. Sonríeme en la parada del tren, estaré sentado un rato viéndote pasar lentamente, contoneándote, sonriendo, feliz por volver a caer en las redes de las promesas vacías. Las palabras no arden como los papeles, ni se borran como lo mensajes. Acuérdate de esto cuando te hagan tanto daño que te des cuenta de que tú estás sentada aquí, viéndole pasar. Porque a esa sonrisa ha caído más de una, y todas han acabado igual. Pero no pienses que me quedaré sentado aquí para siempre. Prefiero ser rey en el infierno que servir en el cielo. Con eso acabo, deja las llaves encima de la mesa. Estaré en la playa un rato, viendo bajar la marea, viendo como la luna se me esconde, pasando el frío incompasible de un invierno despiadado.

domingo, 11 de diciembre de 2011

upss.

Crees que tienes el mundo a tus pies, que eres el puto amo, que controlas... en realidad tan sólo eres un gilipollas tirando de una caña sin anzuelo. Sabes tres palabras y las utilizas en todas tus frases, y todas tus jodidas oraciones son iguales, con o sin niebla. Un cubata cargado, por favor, y mucha paciencia para comerse todo "eso". Empiezo a estar un poco harto de que tu sonrisa y tus abrazos camuflen la víbora (o la zorra, si nos ponemos a hablar de animales) que hay en ti. Porque no sólo hay sirenas.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Cuentos de la Tierra Peligrosa I

Había una vez un príncipe que era muy orgulloso, cruel y arrogante. Era un mujeriego y un mal cristiano, y juraba, bebía y jugaba. Aún así, era muy querido por su padre, el Rey de aquel reino. Un día de verano, el príncipe llegó a cazar al tiempo. Al principio, cuando lo abatió, pensó que era una presa más, pero al acercarse a recogerla, se dio cuenta de la importancia de esa presa. Lo llevó a su castillo, se lo enseñó a su padre, que le felicitó, y le organizó un banquete; y el príncipe encerró al tiempo en una mazmorra en lo más profundo de su castillo, para esquivar a la muerte y evitar que los años desgastaran su figura. Ése joven príncipe  al tener encerrado al tiempo en su celda de cristal, se volvió orgulloso, altivo, poderoso. Creía que lo tenía todo, tan ciego en su soberbia como estaba, y, un día, en un ataque de poder, dejó escapar al tiempo, abriendo la pesada puerta que custodiaba la entrada a su celda. Y el tiempo voló lejos, lejos de allí... En un principio, el príncipe no le dio importancia, pero sobre él cayó una extraña maldición...

Pasó el tiempo que se había escapado, y las hojas empezaron a caerse en los bosques cercanos al castillo con una velocidad inusitada, asi que el príncipe salió a cazar otra vez. Esta vez, una de sus flechas perdidas alcanzó al amor. El príncipe lo recogió con cuidado y lo llevó a su castillo, donde le encerró en lo alto de una torre para mantenerlo siempre con él, y así, poder cortejar a la princesa que llevaba tiempo grabada en su cabeza. Sin embargo, la princesa lo rechazó delante de todos sus súbditos, y abandonó el castillo. El príncipe, iracundo y herido en su orgullo, se lanzó escaleras arriba y atravesó al amor con una daga de cristal.

Tras esto, el príncipe notó cómo envejecía muy rápidamente día a día, hora tras hora, segundo tras segundo. Su corazón había muerto cuando la mirada de desprecio de la princesa que lo rechazó se clavó en él, y su cuerpo estaba marchitándose como una rosa podrida; así que salió buscando un milagro que le salvara, porque había llevado desde siempre una vida de pecado. El príncipe pedía redención, al menos de su alma atormentada, y así, sin tiempo y sin amor, el príncipe salió de su castillo sólo, a caballo, arrastrando en el alma un peso que ni el mismo había de dónde había salido. Antes se despidió de su padre, que era más joven que él debido al maleficio del tiempo, y repudió el trono y la corona. El Príncipe Sin Corona se internó en el bosque, y allí, llovió durante dos días y dos noches, y el príncipe se perdió...


Unas semanas después de la tormenta, se presentaron dos campesinos en el castillo del Rey Sin Heredero, que estaba muy preocupado por su hijo. Los campesinos aseguraron tener noticias de este, y el Rey Sin Heredero les recibió en la estancia de la más alta torre del castillo, donde había muerto el amor. Los campesinos juraron haber encontrado un caballo muy bello pastando sólo en un claro, y unas armaduras mojadas junto a él, pero nada del jinete... El rey, al oír su historia, comenzó a llorar. Ahora era el Rey Sin Hijo, destinado a llorarle y a echarlo de menos el resto de su vida... un hijo que había nacido matando a su madre en el parto y que había muerto siendo más viejo que su padre... El rey mandó colgar a los campesinos que le habían traído tal funesta noticia, en el mismo claro donde decían haber visto los restos e su hijo, y así fue hecho... Sin embargo, a los dos días, los cuerpos habían desaparecido de las horcas. Los hombres del rey buscaron en la aldea cercana, para ver si les habían bajado de allí sus familiares, pero descubrieron que ellos no habían sido. Tampoco podían haber sido los animales, las sogas estaban cortadas por un puñal; y los viajeros no podrían haber pasado por ese claro del bosque, estaba remotamente escondido entre la maleza...

Los días pasaron, y llegó el viejo invierno. Entonces, en la blanca y pura nieve que se formaba en los caminos tras las noches frías, comenzaron a observarse huellas de unas botas con una suela pesada, y con dos letras grabadas en el tacón: L.B, las iniciales del desparecido. Esas botas habían pertenecido al joven príncipe, y nadie las había vuelto a ver desde que salieran enganchadas en las espuelas del príncipe la mañana en la que se marchó. El Rey jamás lo asumió, pero en el fondo sabía que esas botas eran las de su hijo. Los caminos eran peligrosos, y el bosque más, porque nadie sabía quién llevaba las botas del príncipe. Podía ser él mismo... imposible, era casi un cadáver cuando partió...

Pero lo peor no eran las huellas de las espectrales botas, sino que el tiempo parecía haberse detenido. Todos los días eran invierno, todos los días nevaba, nunca salía el sol. Nunca. EL bosque siempre estaba tenebroso entre la niebla, y el sol frío se ponía muy temprano... siempre invierno, nunca verano.... el tiempo se había detenido... muchos aseguraban haber oído el crujir de las flechas en el bosque, mas nadie cazaba...

***

Desde entonces, cada vez que paso por allí, por la taberna de la aldea cercana al bosque, oigo la misma leyenda: el príncipe está vivo, pero muerto a la vez: sin amor es muerto, pero con tiempo es vivo, y es una sombran un demonio que vive en el bosque, acechando a sus presas... quién sabe que quiere, quien sabe donde estará... Siempre que paso por la taberna de la aldea cercana al bosque encuentro más información para mis historias, y siempre escribo más páginas de leyendas, o realidades... el caso es que siempre que voy a ese maldito pueblo, siempre hace frío, y siempre ha nevado. Y alguna vez aseuro haber visto una sombra en los lindes del bosque...

martes, 6 de diciembre de 2011

Close enough

Nunca caminarás sólo. Al menos, siempre tendrás a tu sombra pegada a los pies. Nunca echaré de menos San Francisco o Nueva York porque nunca he estado, y jamás me quemará tu recuerdo porque nunca llegué a tenerte. Llámalo como quieras, dale nombres de esos tuyos tan enrevesados: paso del tiempo, caída de hojas, madurez. La cosa es que las noches han cambiado y ahora las estrellas brillan sin necesidad de que estén tus ojos detrás de toda causa y efecto. El frío y el invierno son preciosos, y creo que hemos llegado al tope de tus sentimientos con fecha de caducidad. No malgastaré más palabras de las necesarias para decirte que ya está, que me olvides. Porque si a ti te va a doler más el orgullo que las heridas, dame por desaparecido, missing. Será mejor que empieces a creer todas las cartas en las que te dije que me iba a ir.

L.

Desmayarse, atreverse, estar furioso
Áspero, tierno, liberal, esquivo
Alentado, mortal, difunto, vivo
Leal traidor, cobarde y animoso

No hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo
enojado, valiente, fugitivo
satisfecho, ofendido, receloso

Huir el rostro al claro desengaño
Beber veneno por licor suave
Olvidar el provecho, amar el daño

Creer que un cielo en un infierno no cabe
Dar la vida y el alma a un desengaño
esto es amor: quien lo probó, lo sabe.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Fly me to the moon.

Una canción de color dorada que suena a blanco y negro, una canción de lotería, escrita para soñar, ideal para cantarla cualquier día de borrachera impertinente de esas mías, aplicable a los términos "triste, derrotado", y  a "feliz, invencible". Una canción para cogerte de la mano y besarte, y decirte que te quiero; una canción cuyo ritmo nos precipite vertiginosamente a enamorarnos como unos imbéciles, a hacerlo como en las películas; una canción que perfectamente puede sonar en nuestra noche de bodas, en nuestra luna de miel; una canción para cantarte cualquier día de la semana a cualquier hora, para bailar descalzos por el salón, una canción con la que recordarte siempre con dos pies izquierdos y una sonrisa enmarcando tu carita de ámbar cuando no estés, o cuando te vayas. Una canción para estremecer hasta mis huesos cuando la cante en la ducha los lunes fríos y grises. Una canción con la que irme a dormir a falta de tu respiración suave. Cadencias y curvas se confunden con tu nombre. Y, sí, me enamoro día a día de cosas que no puedo imaginar. De ti, de tus labios casi inalcanzables, de tus mejillas sonrosadas cuando hace frío, de tu pelo suelto.

Aunque, de momento, estamos en los compases iniciales de la canción y no me he arrancado a cantar,  y no es por otra cosa que por no perder el ritmo, por no cantarte a trompicones y desafinando. Perdón por pecar contra Sinatra, pero me lo merezco. ¿Te merezco? ¿Me mereces? Relativo como tus sonrisas al mirarme, incomprensibles como tus miradas perdidas. Me gustaría cogerte de la mano y llevarte agarradita por la cintura a algún sitio que no te esperes, lejos de esta ciudad monótona, de estos árboles viejos y de este río tranquilo y sucio; llevarte a algún sitio como Brasil, Europa, alguna de las Islas Griegas, y comerte allí despacito despacito. Te doy todo por un siempre. A cambio, llévame volando hasta la luna.

Cld.



Si le echas imaginación, tras ese piano solitario en el escenario, ese mismo piano que está tocando una canción que hace estremecerse el alma y los huesos; entre bastidores, tras las pesadas cortinas del telón, rojo intenso, puedes verme. Mi cara, mi cuerpo, mi sonrisa maliciosa. Puedes oír como tarareo la melodía en silencio, como sigo los átomos invisibles de las notas por el aire, como disfruto sintiendo la música. Yo, en cambio, huelo tu respiración acelerada y veo claramente esa maldita gota de sudor frío, sudor causa del pánico, del miedo que baja sin frenos por tu cara; tan parecida a esas otras aquellas malditas gotas, esas malditas lágrimas de mi dolor que se confundían con el ruido de los coches y las gotitas de agua.  La oveja y el león, maldita sea, nunca he sabido quién ha sido quién. Me quemaste, y te regocijaste de ello. Pero nunca imaginaste que llegaría de nuevo a tu vida, a este escenario, tras el piano que sigue con su canción, una canción que ha salido de un alma antes bella, ahora desfigurada y torturada por el mayor dolor que nadie pudo soportar. Ni siquiera yo soy el mismo. La imagen del espejo es mentirosa, muy mentirosa, y me susurra en la oscuridad. Frío, ahora hace frío, y el telón se cierra lentamente. Pero, esfuérzate, puedes verme, aún delirante. La oveja y el león. Sin preliminares, sin anestesia. El patio de butacas está vacío, oscuro y silencioso, y las puertas del teatro se han cerrado. ¿Quién es ahora quién? Seguramente, cuando los focos amarillentos se apaguen, sentirás terror, auténtico terror, y querrás gritar. Y, probablemente, gritarás,  y tu grito evitará que oigas cómo se descorre el pesado telón un momento, y se desliza una silueta hacia ti, de detrás de TU escenario, entre los bastidores de TU vida, un niño pequeño abandonado que creció entre los decorados y las máscaras. Nunca debiste olvidarle.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Como un palíndromo: al revés significas algo.


Y, por fin, tras un rato, el nieto se calló, y el abuelo, nada enfadado, sonrió con cierto aire paternal, y le pasó el brazo por los hombros; y allí se quedaron los dos el resto de noche de esa noche de verano: observando las estrellas.

+Pues he de decirte que pese a tu opinión ,y, sin embargo, hubo un tiempo en el que fui capaz de todo, sin tener nada más que unos cuantos sueños apuntados en un papel. Tras esto, intenta negar mi magia, intenta repetir mi "sequedad".

-Me cuestiono demasiado esas cosas. Dudo todo lo que dices que hacías.

+Abusas de las palabras ácidas, pero bueno, ¿qué dudas exactamente?

-Tu estúpida historia de mago, no tiene sentido, ni aparente ni real. Es algo patético. Tu prosa es casi una canción de Pereza descafeinada y sin rimar.

+Pues, nietecito mío, eres de los únicos que lo piensa.

-¡Por favor! ¡Los demás están ciegos si no lo ven, es obvio! Dices ser algo que alguna vez soñaste, pero que olvidaste allí, ¡en los sueños!

+Te aseguro, sarcástico nieto, que yo fui capaz de atrapar la realidad en palabras, pero tanto la propia realidad física como la inmaterial: los sentimientos, las ilusiones, los sueños, la música, cada nota y cada sostenido, el olor del Sol tras una tarde de lluvia un domingo... Era algo precioso y terrorífico a la vez: la esencia de las cosas quedaba encerrada por mi pluma, su vida, su chispa de magia. Era capaz de hacer creer historias, personajes y lugares que jamás existieron. Los que me leían aseguraban que las imágenes se montaban frente a ellos, como trazadas por un pincel cadencioso e invisble: imágenes suaves, como en nubes esponjosas los días que hace frío; y aseguraban también que, al tocarlas, se desvanecían como una lluvia de primavera. Yo era un ilusionista, un mago de la prosa, el pintor de sueños...

-Oh, qué poético, algo demasiado tuyo, abuelo. ¿Y qué pasó?

+Nada. Como todo en esta vida, un día se va y te quedas sin blanca; un día deja de ocurrir. Es como amar, o escuchar una canción preciosa: alguna vez se acaba. La inspiración se evaporó entre mis dedos como agua fría.

-Abuelo, jamás me voy a creer tu historia. ¿Qué te queda de todo eso?

+La mejor sensación del mundo, la satisfacción. Porque yo jamás cuestioné nada de lo que hize, pues lo creo correcto. Siempre lei mi mundo de izquierda a derecha y lo vi de arriba a abajo, pero hubo excepciones... Como ahora, por ejemplo. Igual eres tu ,querido nieto, el que necesita cambiar de perspectiva, párrafo por párrafo, guión por guión... de abajo a arriba. Y ahora, intenta negar mi  magia.

jueves, 24 de noviembre de 2011

cielos de cartón.

Me sobrepaso a mí mismo. Ir más lejos de lo que nunca quise llegar es algo malo si no controlas tus pasos. Y yo estoy perdido. No encuentro ya ni las estrellas en el cielo. Tampoco me quedan cigarros. Pero tranquilo, saldré de este lugar tan pronto como pueda volar.

Lo tengo claro, tengo un plan de huida de tus ojos asesinos. Y jamás se lo conté a nadie, pero sigo siendo aquel viejo yo de joven, y, en el fondo, la música me sigue rompiendo el corazón cuando nadie mira. Por eso me escondo de ti tras los vasos de ron que nunca bebí y me hago el borracho cuando pasas por mi lado. Sé que me odias. Por eso te lo pongo más fácil, no sería justo. Estoy harto de la melancolía de tus pasitos lentos y de las hemorragias de recuerdos. Por eso tengo planeado saltarme las vallas e ime de aquí, lejos, muy lejos. No necesito estrellas que me guíen, me ciegan. Necesito música como combustible y algo por lo que luchar. Tengo alma de viajero, de pirata, de Jack Sparrow. Pero necesito una causa perdida para pelear por ella sin motivo.

Pues eso. Me sobrepaso a mí mismo, y ya he perdido hasta a mi sombra. Ir más lejos de lo que nunca quise llegar es peligroso, pero no me queda demasiado que perder. Y yo, personalmente, ya estoy perdido, haga lo que haga. Una buena acción no remienda una vida de perro, peleándose con los pecadores, siendo su pero y su por qué. Allí abajo me recibirán bien, lo tengo claro. No encuentro ya ni las estrellas en el cielo. Y a veces, ni el cielo siquiera. Tampoco me quedan cigarros. Pero tranquilo, saldré de este lugar tan pronto como pueda volar, como he salido de sitios peores, de otras peores.

Fdo: J.S.P.

martes, 22 de noviembre de 2011

Franklin Station.

-Quedan apenas unos minutos más, y me iré por completo de tu vida-dice, mirando su reloj de muñeca, fingiendo una despreocupación bastante forzada.

-Nunca te he dicho que quisiese que te fueras.

-Pero me lo has dejado bastante claro, ¿no crees?-dice él, con una mirada entre pena y enfado, comida por un orgullo autodestructivo. Comienza a nevar en la estación, es un momento mágico, de película.

-Ves lo que quieres, como siempre, yo nunca-dice ella, reforzando el nunca-,nunca he querido que te fueras. ¿Acaso tienes miedo? ¿Acaso te asusta?

Por un momento, ambos se quedan callados, la nieve alfombra el suelo suavemente. El tren suena a lo lejos, las vías comienzan a vibrar, junto a los arcenes de ambos lados se empieza a arremolinar gente, pero ellos se quedan aislados en un círculo que los viajeros les dejan alrededor, un círculo de uno, dos metros como mucho, de radio; su círculo, su momento, su mundo. Una voz metálica suena desde un altavoz, anunciando la llegada inminente del tren. Él deja las maletas en el suelo, no ha dejado de mirarla desde que han empezado a hablar. Ella tiene lágrimas en sus ojos de miel, en sus mejillas encendidas por el frío. El tren llega, se para lentamente, pita. Los viajeros que pasan por su lado se les quedan mirando, pero suben enseguida. En cuestión de un minuto han subido todos, todos menos uno, el asiento 342 está libre. Y ellos siguen ahí, quietos, mirándose, retándose en silencio.

*   *   *

El sonido del tren alejándose es ensordecedor, pero en seguida suenan los cantos risueños de unos pájaros que esperan las once de la mañana ed un día inusualmente soleado de Diciembre; en el interior del tren un revisor inspecciona que los pasajeros tengan sus billetes.

-Trescientos cuarenta... trescientos cuarenta y uno... trescientos cuarenta y...tres, trescientos cuarenta y...

*   *   *

Son las once y veinte, y el café del Café sienta muy bien a mis huesos helados. Tengo lo que quería, una foto más, un instante más, tres meses más de Hospital. Él le acarició la cara tiernamente, y la besó cuando el tren comenzó a irse. Sonó el click de mi cámara. Luego de unos segundos, se arrodilló y le besó el vientre. Estaba embarazada. Sonrío para mis adentros mientras apuro el café. He visto bastante de esas en las que las que el tío no se queda en tierra. Al menos, estoy contento de haber encontrado a alguien capaz de disfrutar del amor sin tapujos, sin trampas; y que, gracias a su desconocida donación de un momento único, me permitirá disfrutar del mío unos tres meses más.

Pago el café en el Café y me voy en taxi a las oficinas. Después de cobrar, tengo que ir al Hospital a comunicarle la buena noticia. Me arrebujo en el taxi tras decirle la dirección secamente al taxista mientras le apuro, "¡Rápido!". Y pienso que ,a veces, creo que esta no es la vida que desearía. Pero su sonrisa de cristal es lo que me da fuerza. Y tanta. Aunque sea entre las mismas sábanas blancas y verdes en el mismo cuarto gris.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Flightless bird.

Fui un niño rápido, al que le entusiasmaban las calles mojadas que olían a lluvia y a tarde de otoño, las tardes enteras hablando de nada en cualquier sitio, mirar tu sonrisa, disfrutar tus ojos y casarme contigo cada vez que quería. Recuerdo haber bailado contigo un día de frío, pero ahora mismo se me pierde en la memoria si fue un sueño o bien fue la realidad. El caso es que olía tu perfume de niña buena desde tu casa, más o menos. Recuerdo que era un chico que por sus amigos daría un brazo, por cualquier rato a solas con ellos. Y, bueno, a veces creo recordar que esa fue la mejor época de mi vida, despreocupado, feliz, sonriente.

Pero ahora tengo más cosas que esconder y menos para impresionar, y los recuerdos se me pierden entre notas en la agenda, vicios caros y poco sanos, y una memoria infame que me funciona para lo que quiero. Prometí quererte por siempre, como en una película, pero no ha sido así. He fallado a mi promesa, y tú te has ido. Me has dejado con los zapatos de claqué atados al cuello, con el traje negro mojado, y con unas flores en la mano que no las tiro por no ensuciar la calle. Ahora, el olor a mojado lo único que me produce es la sensación de frío. He aprendido a ser más sensato y menos impulsivo, a quererme más, y he aprendido a esperar, porque las cosas malas te llegan sin necesidad de ir a buscarlas. Ahora suena este valls rítmico y melancólico de fondo, y yo estoy bailando borracho en una sala vacía y a oscuras. Bailaría con mi sombra si no la hubiera perdido, y lo único que me mantiene con sentido es el contacto áspero y frío de la botella, y de mi traje mojado. Los viejos salones retumban con mis pasos (coordinados, al menos), y con el latido de mi corazón que, bueno, al final, resultó que nunca te llevaste pese a que fuera tuyo, y que ahora revolotea en mi pecho como un pájaro enjaulado, que no puede volar. Que no puede volar.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Bella. Bella, así se llamaba.

Es casi de noche, anochece. El Sol deja rayos rojos y dorados brillantes, mágicos, en un horizonte que se me resiste, que está lejos, que se aleja a cada paso que doy intentando acercarme a él. El traqueteo del tren no me deja dormirme, no puedo, y pienso en ella. Bella, así se llamaba, y con razón. Con mucha razón. La tuve cien veces en el objetivo de mi cámara, y no le hice las fotos que debería haberle hecho. Y se fue, un día se fue, con la luz del Sol. Ésa fue la peor noche de mi vida. No dormí por miedo a su ausencia, a su vacío, a despertarme sin ella. No me lo creía. Tampoco lloré, pero habría pagado por hacerlo. Tan sólo escuché música muy quieto en el sofá, mirando a un punto infinito del cielo. Su cielo. ¿Nuestro cielo?. No, aquello jamás fue nuestro. Ella fue la estrella en todo momento, mi estrella, mi guía. Bella, así se llamaba. Jamás olvidaré su sonrisa, me lo he prometido a mí mismo, es lo que me queda. Tampoco me olvidaré de ella nunca, eso lo sé yo con certeza sobrada, su espontaneidad, sus besos, su piel, sus ojos, su maldita sonrisa que me enamoró día tras día como a un imbécil. Qué bonito fue, en serio, ha sido lo más bonito que me ha pasado en la vida. Si cintura de cristal, su cuerpo de modelo, sus piernas interminables, sus labios tiernos y dulces. Le escribí mil poesías, mil sonetos, y aún hoy lo sigo haciendo. Solamente ella sabía cómo sonreírme para decirme que todo saldría bien, que me quería, que siempre iba a hacerlo. Quizás el fallo fue ese siempre.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Me queda la resignación, al menos. Bueno, eso y...

Hay muchas formas de decirte que no mirándote a los ojos. Mientras no te importe a ti ,no me importará a mí. Al menos lo hemos pasado bien. Me has enseñado que puedo ser paciente, y yo te he enseñado que no todos los tíos somos unos cabrones. Te quiero, y te he querido desde hace tiempo, y por todo lo que te quiero, te dejo ir, libre de maletas y de cargas de conciencia. No ha sido otro "caso Masa", tranquila. Me quedaré con tu sonrisa los días fríos, estaré bien, hazme caso. Tan sólo necesito algún tiempo con la imagen que me muestra el espejo. Tengo dudas sobre mí mismo, ¿te lo puedes creer?. En fin, comienzo a desvariar. Te echaré de menos muchas veces, gracias a eso de no echarte de más cuando podría hacerlo. Nunca me ha gustado insistir, y si todavía le sigues queriendo a él, nada podemos hacer. Gracias por todo, ha sido un casi-mes delicioso. No hemos acabado tan mal, al menos, yo no he acabado tan de vacío como otras veces, y creo que tampoco de malo. De hecho, me queda la resignación, una sonrisa gastada pero útil, y unas zapatillas nuevas para recorrer todos los kilómetros que hagan falta para olvidarte, ver que no puedo olvidarte, o encontrarte otro día bajo la lluvia en cualquier ciudad. Te he dejado unas rosas en la cama, dos besos en las mejillas, y una sonrisa que espero que no olvides, esa sonrisa que me sacabas cuando querías, cuando me mirabas, o, simplemente, estabas ahí.

martes, 1 de noviembre de 2011

Pero es invierno.

Todo se acaba. Pero algo no suele acabarse antes de empezar. Y, bueno, Noviembre sin ti se me va a hacer largo. Pero por eso estoy empezando a frotarme las manos, para que el frío no me llegue tan de golpe. Mejor ser así de "negativo" y realista, que optimista e ignorante. Es bonito eso de creerse que todos los días ella te recibirá con los brazos abiertos, los labios pintados, y palabras dulces; también que todos los días soleados y calurosos de finales de verano podréis tumbaros a la hierba mientras ves atardecer, y besarla y decirle que la quieres, y hacerla reír. Es demasiado bonito, y hay que irse poniendo a tono con el color del cielo, con el olor de la calle, con los jerseys largos y los días cortos. No pienso parar de sonreír, pero, en el fondo, estaré roto. Te quiero, con todo lo que ello conlleva. Igual hay que esconder tus labios pintados detrás de bufandas, taparte tus piernas interminables con algo más que una falda, y cambiar los días soleados en el campo por noches largas bajo cualquier soportal. Ojalá sea así. Pero las calles están mojadas y huelen a lluvia, y los árboles se empiezan a quedar desnudos y dormidos, y a mí me arrastran las estaciones. Y aunque sale el sol y sigue habiendo olas en la playa, ahora es invierno. Da igual, te quiero. Pero iré haciéndome a la idea de que es invierno, y de que tú...

lunes, 31 de octubre de 2011

16

Me queman los minutos. Ahora sí. Me falta tiempo para decírtelo, y te vas si me doy la vuelta. Estoy aquí setntado, pasando frío, arropado en el jersey, pensando. No es malo, necesito hacerlo. Dieciséis años. Dieciséis, divídelo entre dos, preciosa. Es muy irónico, pero es lo único que he llegado a sacar en claro. Sé mentir, pero tú no dejes que te mienta, no te dejes engañar por mí. Siempre que te mienta, que sepas que lo que haré será no mirarte a la cara. Es imposible mentirte mirándote a esos ojos. No puedo, me supera. Por eso siempre te digo que te quiero clavándome en tus pupilas. Quiero hacer las cosas bien, no quiero que esto parezca demasiado rápido, sé que tú tienes vértigo y yo muerdo demasiado. Puedo esperar, comerme las ganas, pero no las ilusiones. Me es imposible sacarme de la cabeza tu olor, tu sudadera de Universidad; me queman tus besos, me vuelves loco. Y, bueno, no soy Superman, y por lo tanto, no puedo luchar ni contra la distancia, ni contra las horas puntuales de coches en la esquina del parque, ni contra los tiranos, ni los mensajes del What´s Up de la Blackberry. Pero sí contra mí mismo. "Ahora a esperar, una semana, siete días. Bueno, uno más, siempre uno más. Hasta el sábado." Suelo decírmelo demasiado a mí mismo últimamente, y sé que algún día... pluf, se acabó el autocontrol. Por eso es malo. Porque mis historias sobre la chica preciosa son verdad, todads lo son. Tú eres la chica preciosa, creo que ya lo has notado, no fingo bien. No sé fingir bien mirándote a esos ojitos cuando hace frío. Y últimamente hace demasiado. Por eso estoy aquí sentado, en los pisos marrones, arropado en el jersey, pensando. Hoy, dieciséis años. divídelo entre dos...

domingo, 30 de octubre de 2011

Faithfully.

Sigo siendo el mismo de siempre. Lo he descubierto hoy por la mañana, al mirarme al espejo, ojeras, cara de sueño, una sonrisa cansada pero mágica. Pensaba que el mero hecho de tener un año más implicaría tener mas barba, más seriedad, no sé. Pero no es así. La verdad, he visto que soy el mismo de siempre, despeinado, con gafas. Mis padres tampoco han visto nada raro en mí, y mi hermano me sigue mirando igual. No lo entiendo. Quizás soy así por genética, no debería cambiar en un día. Pero creo que no es así. Soy el mismo gracias a las personas,a  todas las personas, que hacen posible eso. Sigo siendo guapo gracias a varias opiniones, sigo estando "bueno" gracias a mi hermana mayor, la que me quiere tanto como yo a ella, que es muchísimo; la que también defiende a capa y espada que sigo siendo descuidado. Pierdo cosas, 13 de febrero, por ejemplo, en el ordenador. Y también las recupero, las gano, ahí está la prueba de mi Mourinho, enfrentados a veces, reconciliados como los polos opuestos de los imanes. O mi Iván, que me ha quedado sin palabras con un mensaje enorme, mi hermano mayor. O mi pareja de baile, demasiado necesaria en mi vida. Por no decir de mi JB, me apegué demasiado a esas dos personas, y ahora son necesarias en mis borracheras diarias. Por supuesto, Luisitio también cuenta, ésa única persona en el mundo capaz de hacerme reír como si no hubiera mañana, ni pasado, ni exámenes de filosofía. El rubio, mi rubio, fue ayer el primero en felicitarme, doce de la noche. Roma será un placer a su lado, como cualquier sitio a cualquier hora. No sé si me dejo a alguien más en el tintero, tampoco creo que lo lean, pero me gustaría dar un GRACIAS de todo corazón a todas estas personas que evitan que cambie de un día para otro. Porque sois mis superhéroes, porque no soy superman, pero vosotros sí, perfectamente. Faithfully.

En fin. Sigo desvariando. Pero gracias, otra vez.

miércoles, 26 de octubre de 2011

MR.A.Z.

¿Me oyes? Te hablo a ti, cruzando el agua, el profundo y bello océano, y estoy intentando...
 Qué difícil ser lo más, qué fácil ser elegante. Es bastante complicado sentirte más libre que cuando escuchas alguna canción de Jason.

martes, 25 de octubre de 2011

lunes, 24 de octubre de 2011

Querido yo:

"Te propongo algo que humanamente jamás se ha dado: cambiar el mundo.
Dejar volar a tus sueños como si no hubiera horizontes imposibles ni nubes negras,
Ver acostarse al Sol todos los días, y verlo amanecer, enamorado de la luna, tras sus huellas,
Resistirte al mero impulso de la rutina, y cambiar de tu barco, el rumbo.

Huir de los reyes y sus tierras, de banqueros vampiros, de cuerdos vecinos,
Saber sin miedo que la vida es bella, beber ebrio de botellas,
Que alguna vez supieron más que a vino,
Sin esperar que el amor, despechado e irracional, deje mella.


Y romper los moldes injustos de la vida, y volar,
Enamorarte otra vez del cine, el teatro, la música, y volver a amar,
Olvidar sin ser olvidado, y besar,
Y perder el tiempo de la manera más ligera
Que no hay olor de primavera
Que me pueda de éste dulce otoño sacar."

-Ésta fue la carta que encontré escrita en el sobre que llevaba guardado celosamente durante años. Reconozco que me sacó una sonrisa, porque me ayudó a recordar que, por aquel entonces, en mi juventud, veía a través del cristal de la sana locura, ya por aquel entonces soñaba con los imposibles, con una vida de rápidos, de vicios caros y besos a escondidas. Soñaba con nada más y nada menos que cambiar el mundo. Me veía un personaje de mi novela, de mi propia novela (o nivola, como Unamuno), capaz de todo, personaje de mi propia leyenda, gafas de sol, Mick Jagger, soberbia cosida a los genes y mucha cara para aguantar todos los golpes mejor.

-Y, abuelo, sin embargo, tan diferente no ha sido.

-Por supuesto que no, nietecito mío. Por supuesto que no...

-¿A qué te referías con lo de "dulce otoño"?

-A mi juventud, hijo. Porque una vez se te pasan las oportunidades, y los años, llega de golpe el invierno. Puedes verte en mitad de los cuarenta viviendo una vida que siempre odiaste. Y para mí, ése es la mayor derrota que puede sufrir una persona: la derrota contra el tiempo. Por eso debemos tomarnos la vida como algo a contrarreloj,  y, para mi, la mejor manera era haciéndome ver que no nos sobra el tiempo, como en primavera, cuando las flores salen, sino que es en otoño, cuando empiezan a caer, lenta pero inexorablemente.

-¿Y tú ganaste tu batalla contra el tiempo, abuelo?

-Éso ni lo sé, ni lo sabré jamás con certeza.

viernes, 21 de octubre de 2011

Gástalo todo.

No quiero perder el tiempo de tal manera. Todos los días sale el Sol, todos los días se pone, y aunque las nubes no nos dejen verlo, está ahí; y las noches son cortas, muy cortas, un suspiro a veces, media décima de segundo más tarde y no la disfrutas. Hay lunes grises y viernes brillantes, y domingos de un color ocre, tirando a otoño, melancólicos; y cada semana que pasa te das cuenta de que has vuelto a dejar atrás un fin de semana tenso, feo. Ésto es un puto círculo vicioso, todo se repite siempre, igual, monótono. Pero no todo suena monótono y huele a rutinario, porque aquí huele a colonia de Sábado y a pintalabios rojo. en las esquinas suenan armónicas y guitarras acústicas; y un poco más lejos, el inconfundible sonido de la felicidad, camuflado entre bajos electrónicos, letras fáciles y cubatas cargados. Y yo... no me lo pienso perder. Ésta vez no.

miércoles, 19 de octubre de 2011

-Pues ni idea.

-Ése es el tipo de chica que quiero. Loca, extrovertida, perfecta. Que sonría y haga desaparecer las estrellas, el mundo, todo-le dijo, sonriendo, con el chupito colgando de sus dedos sobre la arena de la playa.

-Ése tipo de chica era ella, tío.

-Lo sé.

-¿Y entonces por qué...?

lunes, 17 de octubre de 2011

como volar por el cielo sin alas

Lo es. Por supuesto que lo es. Me parece absurdo que te hayas enfadado por eso. Has hecho una montaña de nieve donde había un copo, un simple e inocente copo. Pero, ¿sabes?, pese a ser Octubre, hace sol, y calor, y ésa nieve suele derretirse. No quiere saludos fríos y miradas que nos echamos pero que evitamos contactar. "Joder, parece muy feliz", piensas tú; "Joder, ¿tan enfadado está?", pienso yo. No quiero eso. Aprovechemos ahora que todavía no es invierno para derretir la tensión glacial que se forma cuando yo me agacho a beber de la fuente y tu miras por encima. Se que, en el fondo, no estás tan enfadado como para repetir con frialdad lo de la pierna tras la valla; como tú sabes que yo no estoy tan feliz si no te huelo en los abrazos de despedida. La cosa no es para tomárselo así. La otra vez, cuando lo de Londres en verso, sí teníamos excusas buenas, o más o menos buenas. Pero ahora, tan de repente, y con unas causas tan ínfimas.... Joder, Johan. Prefiero que me sueltes a la cara lo que realmente te pica conmigo, o que me expliques qué te jodió. No voy a arrastrarme, no pienso hacerlo, y quería decírtelo, pero sí que quiero arreglarlo. Necesitas un 2º entrenador para la táctica, alguien del barça que realce tu imperioso madridismo. Eso mínimo. ¿Un amigo? Para mí sí, pero más que un amigo, un hermano mayor. Sólo te pido que pienses y juzgues por ti mismo. Elige. Salte de la trinchera, que todavía no ha empezado ésto, y vente pal sur, a la playa, a ver ponerse a sol, a escuchar nuestras canciones, a hablar de fútbol. Que el yang está triste y solito sin su ying.

sábado, 15 de octubre de 2011

Fishblowin´ #2

Vamos a ver, sirenita mía. Tu pelo no es rojo, tu cola no es de esmeralda. Aún así, eres una sirena. No, no porque huelas a pescado, NO, tampoco. ¿Te lo cuento?. Verás, es porque cantas a mi oído cuando las cosas se tuercen. Yo tampoco soy un superhéroe, la capa de Superman me queda ancha aún, y soy demasiado irresponsable como para tener superpoderes.. Perdona, me pongo nervioso escribiendo estas cosas, y me desvío, desvarío, y me...

 Sé que cuesta despertarte por la mañana y que una piedra se hunda en el alma justo al recordar que éste y el otro y el otro y el de más allá están de tal manera ,injustamente, contigo. No es demasiado rentable quedarse mirando a los fantasmas, porque siempre se van cuando sale el sol, y ten por seguro que sí, que eso siempre pasa. Paco Castelló así lo asegura, es algo obvio. Pues eso. La parte más fría y más oscura de la noche es justo antes de que en el horizonte se dibuje una línea de luz. Además, los amaneceres son bonitos, con su sol ahí subiendo y los pájaros cantando; y llevar sudaderas para engañar al frío y al miedo es precioso. Y si además le sumamos a éso unas caritas de sueño y unas ojeras mal disimuladas, camino al tuto, es magnífico (sarcasmo). ¿Sabes?, mi sueño más inconfesable es ver nacer un amanecer contigo, sin hablar, sólo mirando. A veces, creo que un gesto de amistad sin palabras vale más que diez mil frases. Y éso lo sería, y se triplicaría si fuera debajo de unas mantas, en mi azotea, y con un Cola-Cao calentándote las manos ateridas.

Pues eso, querida, no siempre se puede ganar, pero tú déjame curarte las heridas a base de sonrisas y una labia impecable, pulida con los errores. Déjame ser tu amigo del alma, tu hermano. Sabes que puedo, soy demasiado imaginativo, demasiado poco malo, no soy un macarra, por eso me escondo detrás de las gafas Rayban de sol, pero sabes que compenso mi falta de atracción física con una sonrisa perfeccionada  a base de palos. Además, las gafas de ahora me dan un toque de ingenio (inexistente, por cierto). De todas formas, ya te digo, soy pobre pero rico, necesito muy poco para ser feliz, alguna farsa de ésas. Y unas de las pocas cosas que me hacen falta es una foto nuestra con cara de bobos, una sonrisa de ésas tuyas tan conmovedoras, mezclada con el brillo especial de tus ojos, y un abrazo. Con éso tengo ganado la mitad. No necesito sueños imposibles, tengo la arena del sur en la mochila, las postales de nuestros viajes reservadas para cuando vayamos, y una imaginación irritante. Por eso, déjame intentarlo, déjame ser tu hermano pequeño, el bajito, el de las gafas, el feo, el de las sonrisas ideales en los momentos precisos, el que escribe inspirado por tu voz.

"El frío y el invierno son preciosos; déjales habar; bailemos."

jueves, 13 de octubre de 2011

Las seis y cincuenta y dos.

El aire del desierto le soplaba fuerte en la cara. Estaba amaneciendo, y los rayos nacientes le daban al cielo un color violáceo-rojizo que le quemaba el alma, su alma de viajero. Él siempre lo supo, jamás llegó a dudarlo, había nacido para ver mundo, para chuparse los kilómetros que hicieran falta, para gastarse hasta la suela de los zapatos. Se acomodó mejor contra la puerta de su mustang descapotable rojo, y miró por encima de sus Rayban de sol al horizonte opuesto a la salida del sol, el más oscuro. Sonrió. "La parte más oscura y fría de la noche es justo antes de amanecer". No sabía qué capullo le había dicho ésa frase, pero se la había quedado, le parecía aplicable a la vida. Bajó la mirada, se abrigó en su gabardina y se sacudió los pitillos negros. Cierto que hacía frío, pero además llevaba así un rato, sentado contra la puerta, pensativo, esperando al Sol. Se dejó caer hacia atrás, hasta los asientos mullidos de dentro del coche, pero dejó colgando las piernas por fuera, las Converse sucias y mal atadas. Se encendió un cigarro, y recibió al Sol con un gesto pasota con la mano. Se sentía una superestrella, éso era lo bueno de vivir su vida de mierda. A sus veintiún años, Leo se veía capaz de hacer cualquier cosa. No se consideraba guapo, pero sí descarado. Además, sabía cómo gustar. Su estilo de macarra se lo acentuaban los pelos despeinados, libres, en plan cresta pero sin llamar la atención. Además, Leo sabía que la clave de todo eran sus ojos, los ojos de su madre, la pareja del ojo que casi pierde por culpa de su padre, unos ojos marrones profundos. Leo era de esos tíos que gustaba por su personalidad, y por eso resultaba peligroso: porque lo sabía.

Pero Leo no tenía ninguna intención malsana respecto a nadie, tan sólo una: la de volver a ver a Elisa y hacer que se volviera a enamorar de él, como antes. Por eso llevaba dos días viajando, de Boston a L.A., para buscarla. Quería sentir el calor especial de California, visitar a sus antiguos amigos y revivir viejos tiempos. Probablemente volvería  a casa de Madre, pero a su padre no le iría a ver ni de coña, ni atado. No, a ése no.
Elisa se había convertido en la excusa perfecta para abandonar la rutina, el piso, la cabeza, y el trabajo, y reencontrarse con su antigua vida, que había tirado dos años atrás al fondo de un cajón. Por eso se había chupado mil y pico de kilómetros en coche, había escuchado una y mil veces los CD´s viejos del maletero, había dormido una o dos noches al amparo de la luna. No se había llevado nada mas que las llaves, la cartera y la vieja teoría de que la locura es la mejor manera de vivir en un mundo loco. "Aquí al cuerdo le queman por loco", recordó. Leo se incorporó y vio al Sol ascender grácilmente por el cielo del desierto, un cielo cada vez más azul. No parecía treinta de Diciembre. Se desperezó, se revolvió el pelo, e hizo contacto. El motor del viejo mustang, su compañero de correrías, rugió ansioso. Él también quería empezar a correr, a ver mundo. En la meta esperaba Elisa, probablemente, según el periódico donde ella trabajaba. Leo había averiguado en internet, poniendo el nombre en Google. Arrancó y pisó a fondo. Eran las seis y cincuenta y dos del día tres desde que Leo perdiera completamente la cabeza, los papeles, y todo... por Elisa.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Las siete y poco de la mañana.

Eran las siete y poco de la mañana, y Leo no había conseguido volver a dormirse. Se había despertado sólo en la cama, una cama fría como los años. Su casa olía a soledad, ella no se había presentado, y tampoco es que la esperara. En el baño, su barra de labios brillaba por su ausencia. Leo no encontró ni una nota, ni un SMS,  ni nada, solamente unos armarios vaciados con prisa, una nevera casi vacía y varias fotos de menos en el salón. Se tomó un café en la cocina gris, y maldijo su suerte al ver las facturas de la luz. Sonrió mientras se acaba el café. "Tenía razón. Ella tenía razón", pensó, con cierta tristeza. Pero no iba a dejar que eso le afectara más de lo que se pudiera permitir. Cogió otro cigarro, y se lo fumó mientras tocaba el piano. Mientras tocaba algo de una banda sonora, "Hallelujah", recordó cómo se había puesto su padre cuando, de pequeño, se cargó el viejo piano de cola del salón de la casa nueva. Su padre le dio tal paliza que tuvieron que operarle del ojo para que no lo perdiera. Siempre odió a ése cabrón, y ahora éste sufría el alzheimer en silencio, en una residencia de la Costa Oeste mientras Leo vivía su vida en la otra punta del país. Jamás sintió remordimientos, y sería tarde para empezar. Sólo le había conocido veintiún años, sus veintiún años, y le odiaba más que a nadie, desde aquella paliza del piano. Aunque, bien pensado, debería agradecer a su padre esa paliza, porque fue a partir de entonces que se dedicó a aprender a tocar el piano. "Todo cambia", pensó mientras le daba una calada larga al cigarro. Bajó la tapa del piano tras una nota que se meció en el aire, y se sentó de espaldas a la ventana grande, de espaldas a Boston, al mundo. "Aún así, sigo sin encontrar lo que llevo buscando desde que Elisa se fue de mi vida". Leo odiaba esos momentos de reflexión al piano; como también había llegado a odiar a Elisa. ¿Dónde estaría ella ahora? Lo único que tenía de ella era una foto, una jodida foto. La tenía en la cartera, no podía vivir sin ella. Jamás se lo dijo, jamás, y por eso se fue. Dos besos fríos en las mejillas, y un adiós que no sonó demasiado convincente pero que ambos creyeron creerse. Lo fingieron bien, no hubo perdidas, ni mensajes, ni cartas. Pero sí que se quedó su foto. Leo se levantó como un resorte y buscó en su cartera. Había unos cuantos dólares por caridad, dos o tres bolsillos vacíos, y, en la parte más escondida de la cartera, la foto. Era una foto tamaño carnet, de hacía dos años. Dos años. Dos años sin ella. A Leo le cambió la cara al ver su sonrisa, sus ojos. Vaya ojos, dulces como la miel, bonitos como los anuncios de colonia. Leo se había prometido a sí mismo en el aeropuerto, dos años atrás, mientras veía como los tacones de Elvira se alejaban por la terminal, no volver a mirar ésa foto nunca. Pero ya era tarde. Un poco tarde.






martes, 4 de octubre de 2011

Prólogo: el jardín de las rosas sin rosas.

"Llevo varios días sin escribirte, pero no sin pensarte. Los recuerdos me queman por dentro, pero intento no pensar más de lo suficiente, me pasas como el alcohol, mejor de poco en poco. Pero el destino que rige mi vida de manera caprichosa juega a joderme. El otro día ,después de un rato caminando casi embutido en la gabardina color negro, siguiendo el ritmo de la música de los auriculares de mi iPhone, me encontré en el centro exacto del jardín de las rosas. Fue completamente involuntario, yo iba a lo mío, escuchando música, sin prisa por llegar a casa, y me encontré ahí de repente, en cuanto alcé la vista del suelo. Aquella coincidencia me sacó una sonrisa. Sí, lo que oyes, sonreí, pero sin pasarme. Ahora el jardín está precioso, deberías haberlo visto, las hojas viejas de los árboles que arranca el otoño han tapizado el suelo, y le dan un aire bastante melancólico. Pero no, no quedan rosas.


Pese al pequeño contratiempo que era la ausencia de rosas, decidí quedarme. No había nadie, ni siquiera el sol se quedó para acompañarme más que unos instantes más, lo suficiente como para ver como iba desapareciendo en la línea difusa del horizonte. Se me quedó una mueca rara en la cara, me senté en un banco frío, y me quité las gafas de sol. Recuerdo cuando me decías que me daban aspecto de gastado. Es cierto, las uso para ocultar la resaca casi permanente en mi cara, las llevo cosidas a las ojeras desde que salgo de casa. Me las quité y me quedé al natural, ahí sentado, con un cansancio notable en mis ojos, jugando a recordarte. Estaba sonando una canción de los Kings Of Leon (esa vez si que di gracias al destino que juega a joderme), porque la canción, "Back Down South", quedaba como si fuera la maldita banda sonora de aquel momento. Olía a lluvia, había llovido ya antes ése día, pero las nubes se habían abierto, y ahora, el sol se había ido, pero aún quedaban rayos naranjas que jugueteaban antes de irse a acostar. Pero la canción se acabó, las últimas luces del sol se escondieron, y comenzó a sonar otra canción. "Vaya-pensé-, es verdad que todo se acaba". Así que levanté mis huesos del banco con pesadez y pereza, y puse, lentamente, un paso detrás de otro, hasta llegar a casa. Estaba fría, y nadie me recibió, como de costumbre. Encendí la calefacción y puse algo de sopa a calentar para cenar algo. Desde que Lorenzo se ha ido, nada es igual. Ahora ya no me recibe nadie, todo está sucio y oscuro, y hace frío. Le echo de menos, pero no me permito pensar en él más de lo necesario. Aún así, noto que también el piso le echa de menos, hay un desorden importante, las luces del pasillo se han rebelado y alumbran cuando quieren, y el piano ya no suena. No he tenido las narices necesarias como para tocar. Su ausencia me pica, igual que la tuya.

Como ya he dicho, llevo varios días sin escribirte. Hoy lo he vuelto a intentar, y no sale nada. Ni una maldita frase, ni una maldita palabra, ni una maldita coma. Me he quedado hasta las tres de la mañana despierto, a base de café, pero nada, no me sale nada. Es frustrante, y lo peor es que creo que se me han perdido las gafas de sol. Las debí dejar en el banco del jardín de las rosas sin rosas. Resulta irónico, en ése maldito jardín he perdido cosas muy importantes. Pero no voy a dejar de beber, eso ni lo sueñes. Me quemaste el corazón entero, y tengo la teoría de que el alcohol ayudará a cicatrizar las heridas. Aunque pique, aunque duela, aunque Lore ya no esté para decirme "Para ya". Aunque  mis ganas de vivir también se las haya llevado el otoño. Creo que iré a acostarme..."

sábado, 1 de octubre de 2011

Me la suda, soy así.

Fumaré hasta que encuentre algo mejor que hacer, me reiré de los que no saben hasta que me duela, y seguiré bebiendo hasta que me deje de dar juego con lo que escriba. Al fin y al cabo, no merece la pena perder el tiempo en sentimientos vacuos, o sonrisas con fechas de caducidad. Me gusta estar en la cuerda floja, es bastante estimulante saber que los que te empujarían serían los mismos que acabarían recogiéndote.

También pienso seguir viajando lejos, buscando algo que no acabo de saber lo que es. Tan sólo necesito una guitarra y mucho tiempo para gastar. Pienso cantarte a solas hasta que me canse, pienso escribirte canciones mientras seas tú las tildes, y pienso seguir echando de menos lo que nunca llegué a tener. No creo que el mundo necesite a otro como yo en mucho tiempo, pienso dejar huella. Éso sí, mientras no cueste trabajo. Tampoco creo que tú realmente necesites a alguien como yo. Nunca dejé huella, y creo que así fue mejor. Ahora septiembre se ha ido, y a mí me quedan cartuchos que gastar, huesos que romperme, vasos que estrellar contra el suelo, y cigarros que fumarme. Lo siento.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Prisas de aeropuerto.

Está bien cambiar de aires de vez en cuando. Necesitaba un lugar lejos, muy lejos, donde oliera a playa e hiciera frío. Un lugar donde dormir mis borracheras en silencio, donde murmurar tu nombre sin que nadie me mirara con cara de asombro y/o decepción. Y aquí sentado, con el susurro constante y rítmico de la marea nocturna, me ha dado por pensar.Creo que no recuerdo el buen día en que te conocí. Buen día, malo o regular, se me pierde entre otras cosas que no vienen al caso. Siempre me gustó el humo de los cigarros, siempre supe que acabaría bebiendo y bebido antes de que la fiesta acabase, y siempre supe que acabaría tatuándome algo tuyo en cualquier parte de mi cuerpo. Así al menos suplo tu ausencia y sufro mis carencias de tu cariño en silencio, como mis ya conocidas borracheras. El otro día, sin ir más lejos, me senté junto a la carretera a ver pasar los coches de largo, para hacerme una idea de cómo tú también pasaste de largo una vez, para recordar a qué huelen los recuerdos apresurados entre maletas recién hechas. Prisas de aeropuerto, París, Roma, desde la otra maldita punta del mundo te mando dos besos fríos y un táper. Me senté allí, tras el quitamiedos, borracho, de noche, para acabar oliendo tus prisas de aeropuerto. Menuda mierda esto de etar sin ti.

Me han perdido las autovías, Pereza no ha dejado de sonar en todo el viaje, me picas demasiado dentro y con demasiada insistencia como para intentar rascarme siquiera. Soy demasiado perro por la noche, se me olvidan las cosas, se me olvida olvidarte, y no lloro por el mero hecho de que no veo necesario llorar porque no estés, al fin y al cabo pasa. Tú princesa, yo sapo, algo no cuadraba. Y forzando las cosas suelen romperse, tú querías volar y un trabajo, yo me conformaba contigo, con poder fumar hasta que me doliera y con una guitarra acústica entre mis manos (eso u otra cosa) para cantarte lo bonita que eres. Pero las prisas de aeropuerto han acabado con mis esperanzas flacas y amarillas, enfermas, y mientras tú te vas a París con amor yo me trago el whisky barato aquí en el balcón, o me intento escapar de un mundo que me tiene agarrado por donde no debería, una rutina que me chupa el alma y unas ganas de comerte insaciables. Vaya puta mierda lo de tus prisas de aeropuerto. Y yo aquí, en la carrete... Joder, otra vez me he saltado la salida que era... a buscar otra puta rotonda...

Como ya he dicho, buscaba un lugar lejos, muy lejos. Y no lo he encontrado. No me ha esperado el otoño, se ha ido con prisas también (o voy muy lento o las cosas me sobrepasan, una de dos), así que aquí estoy, en la terraza de un bar cualquiera de un sitio cualquiera junto a una playa (también cualquiera) que huele a mar, a olas y a frío. Me gusta oler a éso, es mejor que oler tu maldito perfume francés que no se despega del colchón de mi cama. Creo que ya tengo que cambiarlo, me está jodiendo la espalda, o éso o la bebida la cabeza. Otro coñac por favor, de noche refresca y esta terraza está más fría que ver llover desde una ventana sin tener calefacción dentro. Aquí está, otro coñac. No sé cuantos van, no se si es el primero de la noche, el último de la tarde, pero sé que llevo un rato mirando a un punto infinito sin conseguir escribir nada en la libreta amarilla que me he traído, junto a las llaves del Mustang y la tarjeta de crédito, como todo equipaje a éste sitio. Estoy sólo, como un idiota, mirando a la luna, hablándole a ella. Talking to the moon... ¡Eh, ése puede ser un buen título! Vamos a por más...

martes, 27 de septiembre de 2011

Sin cuentagotas, así es mejor.

Confianza teñida de mentira, es un color feo, deberías haber elegido el rojo, me gusta más. No me lo esperaba, no se exactamente si es lo que creo que fue, pero esta zancadilla duele en el alma, pese a no haberme caído. Y no es que haya sido sólo ésta zancadilla. Van varias, parece un puto combate de boxeo, y por lo visto tú y yo vamos ya por el asalto nosecuánto, y sabes que tenemos aguante. Nos damos treguas, eso sí, pero siempre acaba golpeando uno y cubriéndose otro, luego una sonrisa de más y un abrazo de menos y solucionado. Hasta que uno de los dos vuelva a dar. Pero, ¿sabes?, últimamente me estoy cansando ya, y sólo golpeas tú. Me estoy pensando seriamente quitarme los guantes, darte el "título", y tirar la toalla por un caso perdido. Sería más fácil si tú bajaras los brazos, sabes que yo lo haré también, que iré a abrazarte y te escribiré más notas con el alma en la mano. Pero tú decides. Llevo el orgullo cosido a los genes, tú defiendes tu cabezonería a capa y espada, pero sé que podemos dejarlo de lado.


 No es un ultimátum, no quiero que suene a ello , pero tampoco quiero seguir perdiendo el tiempo en asaltos que no van a ningún lado. Y tú seguro que coincides. Al menos, deja de juzgarme con los prejuicios del pasado, basados en un frío lejano ahora, e intenta mirarme como yo te miro a ti: con devoción, respeto, amistad y cariño. No quiero hablar contigo con cuentagotas, teniendo cuidado con todo lo que digo, porque, como en un juicio, puedes utilizarlo en mi contra. Quiero hablar contigo sin tapujos, como antes, contarte verdades y cosas y sentirme aliviado después; y viceversa si es que algún día te apetece hablar de mente de ciencias a mente de ciencias pero ahora mismo en sociales. Vamos, hombre, he dejado muchas cartas a tu razón, pero no me llegan las respuestas. No me jodas ahora que ambos hemos sangrado tanto y sufrido tanto desde nuestra respectiva esquina, y hemos visto sufrir y sangrar al otro, desde su propia esquina. Hagamos que éso haya merecido la pena. Y si no quieres, mira, te pongo la cara, golpéame en el perfil derecho, en el que tantas veces he dado por ti, en el perfil malo. Y acaba por dejarme K.O. de una vez por todas. Prefiero éso a darte un abrazo roto. Que sea por lo menos por los viejos tiempos. He cambiado, todos lo hemos hecho, es parte de la vida, de la adolescencia. Pero no tanto como para que me odies secretamente. Prometo no inmiscuirme en tus asuntos, no leer tus mensajes ni abrir tus cartas, pero al menos, te pido a cambio que bajes los brazos. Sabes que lo haré. Sabes que lo haré...

sábado, 24 de septiembre de 2011

juro más de todo lo que puedas respirar


Estaba yo sólo, pensando una canción para escribirte y no me sale. Estaba yo sólo,sentado, tratando de entonar, pero es complicado afinar cuando llevas unos cuantos tragos de Bourbon. Aparte, quería aclararte que no es un vicio, es una ayuda para superar la rutina. Una rutina que huele a nueva, recién estrenada, y que me queda grande sin ti. Me tienes loco, es la única  conclusión que he sacado después de días pensando en tus ojos. Ahora huele a tarde, otra vez tarde, tarde para decírtelo a la cara. Otra vez me dejas en la puerta con el traje de graduación mojado y una flor que se muere a cada minuto que pasa en mi mano. Bueno, al menos lo intenté. Acuérdate de ésa frase, me la oirás decir mucho cuando te vea o estés cerca. Quizás más veces escritas. Es una mentira para mí mismo, una trampa para mi memoria. No soy bueno mintiendo, pero sé maquillar una verdad, y puedo hacer la vista gorda por el momento. Aunque sea sólo por unas horas, unso días, unos meses que se me claven en lo más hondo, puedo esperar y fingir. Pero no siempre. En fin, mientras encuentro el tope de mi paciencia, volveré a lo mío. A escribirte canciones que no me salen. Tiraré más a menudo al suelo el cenicero, y me comeré las ganas de comerte.


jueves, 22 de septiembre de 2011

Fishblowin´

Esta noche, hora actual 1:34, estaba yo pensando. Fisblowing, mejor dicho. Pezglobobeando.


Pocas personas leen ésto. Y con ésto me refiero a mi humilde blog. Estoy demasiado seguro (algo que no es bueno), que si escribiera una crítica completamente dañina hacia X persona, ésa X persona no llegaría jamás a leerla, a menos que X pajarito le dijera algo. Siempre hay pájaros en el cielo, lo ven todo.Bueno, algunos sencillamente tiene buena vista para lo que les interesa. En fin, me desvío, desvarío y me pierdo. Esta prosa ligera llena de adverbios y aclaraciones no tiene seguidores fieles, estoy seguro. Pero sí que hay aproximaciones. Una muy cercana al 100%, y eres tú, querida Leyre. Quería hacerte honor con algo sencillo, ya tú sabes que soy de los que creen que lo mundano es casi irrelevante en ciertos temas como éste tan noble de una pluma y un papel (o un teclado); bueno, a lo que iba. Tú, pequeña musa, me hinchas de inspiración cuando menos tengo. Lo bueno es que lo haces casi involuntariamente (creo). Hay días que tus ojos cambiantes me chispean en las pupilas, y tu sonrisa me guiña el ojo, y ésos días creo que merece la pena sonreír, porque es cierto que cuesta madrugar pero que ver salir el sol es recompensa de sobra. Entiéndeme. Hablando de esto, creo que todavía no me has inspirado en algo más serio, algo de concurso. Quiero decir que Cóss no tiene estrellas ni hora donde quedar contigo; ni mi yo neoyorquino tiene cigarrillos que fumarse para ocultar el olor de tu perfume. Y quiero dejártelo como asignatura pendiente, querida sirena. Cántame al oído;)

domingo, 18 de septiembre de 2011

mintamos a medias.

Escribí mil cosas que pudiera hacer antes de que se me olvidaran a base de años de esfuerzos sin recompensa, a base de sudor y lágrimas sin pañuelos para secarlos, de inviernos pasando frío bajo las mantas lejos de ti. Y es cierto, las escribí. Una de ellas era no permitirme a mí mismo volver a pensar en ti. La otra, volver a amarte todo lo que no pude amarte la primera vez, en cuanto tuviera oportunidad.

Lo malo de ésa lista es que tiene el título de sueños imposibles. A los superhéroes también les está permitido llorar, derrumbarse, sufrir. Y yo no soy Superman. Si lo fuera, sabes lo que haría. Lo primero, comprarme una capa roja, siempre me han gustado. Lo segundo, lo sabes de sobra. Pero como he dicho, no soy Superman, y por eso sufro en silencio detrás de máscaras hechas a medida, y me dedico a escribirte cartas que nunca leerás. Me siento débil, frágil, cuando sólo me miras. No puedo decirte nada más. Mi lista de sueños imposibles (más que imposibles, irreales) seguirá intacta, éso te lo prometo. Al fin y al cabo, es lo único que me queda de ti que no pueden quitarme las mentes mezquinas y envidiosas. O quizás sí, pero no quiero arriesgarme. Y mientras eso ocurre, mintámonos a medias. Tú dime que me quieres y yo te diré que te creo, o que llegué a olvidarte.

sábado, 17 de septiembre de 2011

y trato de arrancarme una palabra, pero me canso y me cuelgo

Cuando reconocí tu cara entre la multitud me quedé un rato quieto, en el sitio. Lo primero era que no sabía si eras de verdad tú. Lo segundo era que no estaba yo como para ir y saludarte, darte dos besos y decirte algo ingenioso para captar tu atención. Así que me quedé mirándote quieto, en el sitio, como un gilipollas. El cubata se me enfrió más entre los dedos, y tiré el cigarrillo porque se consumió solo y me quemó un poco. La verdad, no sé que me pasó. Estabas tan... cerca. Pero a la vez, tan lejos. Así que, tras un rato de silenciosa reflexión oliendo a Negrita, guié torpemente mis pasos a casa; una excusa, ningún motivo en especial, tú.


jueves, 15 de septiembre de 2011

I´ve never wanted let you go. But you did.

Me olvidé el corazón, 
en algún lugar que no recuerdo ahora mismo.
Y jugué a ser astronauta,
sin conocer más estrellas que tus ojos.
Y claro, caí.


miércoles, 14 de septiembre de 2011

mi corazón, ardía como el Windsor.

Bueno, lo de los castillos en el aire sigue en mi vida, indeleble como de costumbre. Otro acaba de salir volando. Lo llevo construyendo meses, y al acabarlo, antes de intentar inaugurarlo, se ha ido más allá de donde me alcanza la vista. O quizás es que no quiero mirar hacia donde se va. Será éso. Pues nada.

Otra vez suena Pereza en mi habitación, mientras fumo. "La seda se convierte en papel de fumar", dice una canción. Éso me da una idea. A partir de ahora todos mis sueños los apuntaré en pequeños trozos de papel. Y, cómo en este caso, si fallan, me los fumaré. Creo que es la mejor solución. Así por lo menos me entretendré  mirando como el humo de mis sueños se funde con el azul del cielo. Y tendré una pequeña esperanza guardada bajo llave en la zona más surrealista, estúpida y abandonada de mi "limpia" mente: la esperanza de que, como un ave fénix, ésos sueños revivan de sus cenizas.

Pero vamos, que ni de coña. A veces se me embota la cabeza de tanto humo y empiezo a decir gilipolleces. Pero al menos, éso no me falla. A fumar se ha dicho.

lunes, 12 de septiembre de 2011

fliying castles#

Soy el mejor constructor de castillos en el aire. Tengo muchos flotando por ahí, como globos. Los construí, y una vez construidos, nunca me atreví a subirme. O me subí y me caí. O ni siquiera lo pensé. El caso es que siempre acabo en tierra, sentado en el césped, arrancando hierba, impotente, mientras veo cómo se alejan. Cada uno de ellos me pesa como una piedra en el corazón, y la cosa es que ya van muchos, demasiados. Nunca he intentado, y sé que no podré, asimilar que volaron más allá del horizonte y que no volverán. Los trenes pueden pasar dos veces por la misma estación, pero las corrientes de aire dudo que me ayuden esta vez.

No quiero dejar de construirlos, son sueños, ilusiones, algo abstracto que se vuelve más complicado cuando más piensas en ello. Son, además algo frágil. Muy frágil. Son mi 11-S, mis twin towers a punto de derrumbarse. La miss-europa que nunca fue coronada y que me prometió besos y cartas de amor qe nunca llegaron. Cada castillo me quema el alma poco a poco, a fuego lento, y yo atado, sin poder evitarlo. Y, pese a todo, les tengo cariño.

Y, por más que pienso, veo que  tampoco quiero pedir ayuda a la gente, qué podrán pensar de mí. Por favor, castillos en el aire, qué tontería...

miércoles, 7 de septiembre de 2011

pero, al menos, de cuerpo entero

Un rayito de sol se cuela por la persiana rota, y te da en los ojos. Arrugas la cara, y cierras los ojos, llevándote las manos a la cabeza, y maldiciendo hasta en hebreo. La resaca no jode. "Lo que jode es el puto dolor de cabeza, algo muy diferente", piensas. Así que te levantas del suelo, coges la colilla que hay medio apagada en la mesa y le pegas una calada. La boca te sabe a sangre y a alcohol, y sonríes sin saber por qué. El dolor de cabeza s tan fuerte que ya no sabes ni dónde estás. Miras alrededor y ves bastante desordenado la habitación de motel barato de carretera. "¡Ah, coño!", recuerdas con una sonrisa pícara hasta en los ojos. Pero éso no te preocupa ahora mismo. Vas al baño, si es que puede llamarse baño un cuartito sucio y mal iluminado por un fluorescente viejo, y te miras en el espejo. Te ves sucio, cansado y hasta  despeinado, pero, al menos, de cuerpo entero. Éso es lo importante. Te limpias los tejanos y te pasa la mano por el pelo descuidado. No tienes tiempo para hacerte un tupé, porque el servicio de habitaciones va a subir a ordenar la tuya y no te apetece un (o mejor dicho, otro) juicio por daños en un establecimiento, así que coges la chaqueta, te desordenas el pelo, y dejas unos pocos billetes sobre una mesita que no está sucia, o al menos, no tanto. Bajas rápido y sales por una puerta trasera de cara al desierto, y a tu coche. Y antes de hacer contacto y salir de allí a escape, te guiña un ojo el pintalabios corrido de una camarera joven y bien puesta que acaba de bajar con el pelo despeinado de la habitación. Feel like Mick Jagger.


martes, 6 de septiembre de 2011

son carnavales en la frente equivocada (carta a una vieja conocida)

No hay quien lo entienda. Te pasa de repente, me niego a creer que sean las hormonas, ni la atracción que ejerce sobre ti la luna. Es irreal que sin previo aviso, pases de mucho a nada conmigo. Es, desgraciadamente, pasotismo en toda su definición. Y aún así, sigo sin entender las razones. Porque no me cabe en la cabeza. Quizás fui yo, que construyo castillos en el aire demasiado pronto. Son carnavales en la frente equivocada, será éso. Ya decía yo que en los términos de "amigos" mentimos más de lo que acordamos. Y no sé decirte quién mintió más. Luego la palabra tabú no es la correcta y pones cara de sorpresa cuando las escuchas, pero creo vislumbrar algo de hipocresía en éso. Y lo lamento.

Perdón si te he hecho perder el tiempo, Miss Europa.


"Entierras tus sueños, pasas las páginas; guarda el silencio, o tu dinero, para cosas trágicas."