"Llevo varios días sin escribirte, pero no sin pensarte. Los recuerdos me queman por dentro, pero intento no pensar más de lo suficiente, me pasas como el alcohol, mejor de poco en poco. Pero el destino que rige mi vida de manera caprichosa juega a joderme. El otro día ,después de un rato caminando casi embutido en la gabardina color negro, siguiendo el ritmo de la música de los auriculares de mi iPhone, me encontré en el centro exacto del jardín de las rosas. Fue completamente involuntario, yo iba a lo mío, escuchando música, sin prisa por llegar a casa, y me encontré ahí de repente, en cuanto alcé la vista del suelo. Aquella coincidencia me sacó una sonrisa. Sí, lo que oyes, sonreí, pero sin pasarme. Ahora el jardín está precioso, deberías haberlo visto, las hojas viejas de los árboles que arranca el otoño han tapizado el suelo, y le dan un aire bastante melancólico. Pero no, no quedan rosas.
Pese al pequeño contratiempo que era la ausencia de rosas, decidí quedarme. No había nadie, ni siquiera el sol se quedó para acompañarme más que unos instantes más, lo suficiente como para ver como iba desapareciendo en la línea difusa del horizonte. Se me quedó una mueca rara en la cara, me senté en un banco frío, y me quité las gafas de sol. Recuerdo cuando me decías que me daban aspecto de gastado. Es cierto, las uso para ocultar la resaca casi permanente en mi cara, las llevo cosidas a las ojeras desde que salgo de casa. Me las quité y me quedé al natural, ahí sentado, con un cansancio notable en mis ojos, jugando a recordarte. Estaba sonando una canción de los Kings Of Leon (esa vez si que di gracias al destino que juega a joderme), porque la canción, "Back Down South", quedaba como si fuera la maldita banda sonora de aquel momento. Olía a lluvia, había llovido ya antes ése día, pero las nubes se habían abierto, y ahora, el sol se había ido, pero aún quedaban rayos naranjas que jugueteaban antes de irse a acostar. Pero la canción se acabó, las últimas luces del sol se escondieron, y comenzó a sonar otra canción. "Vaya-pensé-, es verdad que todo se acaba". Así que levanté mis huesos del banco con pesadez y pereza, y puse, lentamente, un paso detrás de otro, hasta llegar a casa. Estaba fría, y nadie me recibió, como de costumbre. Encendí la calefacción y puse algo de sopa a calentar para cenar algo. Desde que Lorenzo se ha ido, nada es igual. Ahora ya no me recibe nadie, todo está sucio y oscuro, y hace frío. Le echo de menos, pero no me permito pensar en él más de lo necesario. Aún así, noto que también el piso le echa de menos, hay un desorden importante, las luces del pasillo se han rebelado y alumbran cuando quieren, y el piano ya no suena. No he tenido las narices necesarias como para tocar. Su ausencia me pica, igual que la tuya.
Como ya he dicho, llevo varios días sin escribirte. Hoy lo he vuelto a intentar, y no sale nada. Ni una maldita frase, ni una maldita palabra, ni una maldita coma. Me he quedado hasta las tres de la mañana despierto, a base de café, pero nada, no me sale nada. Es frustrante, y lo peor es que creo que se me han perdido las gafas de sol. Las debí dejar en el banco del jardín de las rosas sin rosas. Resulta irónico, en ése maldito jardín he perdido cosas muy importantes. Pero no voy a dejar de beber, eso ni lo sueñes. Me quemaste el corazón entero, y tengo la teoría de que el alcohol ayudará a cicatrizar las heridas. Aunque pique, aunque duela, aunque Lore ya no esté para decirme "Para ya". Aunque mis ganas de vivir también se las haya llevado el otoño. Creo que iré a acostarme..."
Yo estoy dispuesta a escuchar mentiras.
ResponderEliminarHoy he comido pescado sin espinas y me he acordado de ti ;)
Te espero un día en mi casa, viendo una película bajo una manta y con un cola cao bien calentito.
Queda prometido.