Bueno, lo de los castillos en el aire sigue en mi vida, indeleble como de costumbre. Otro acaba de salir volando. Lo llevo construyendo meses, y al acabarlo, antes de intentar inaugurarlo, se ha ido más allá de donde me alcanza la vista. O quizás es que no quiero mirar hacia donde se va. Será éso. Pues nada.
Otra vez suena Pereza en mi habitación, mientras fumo. "La seda se convierte en papel de fumar", dice una canción. Éso me da una idea. A partir de ahora todos mis sueños los apuntaré en pequeños trozos de papel. Y, cómo en este caso, si fallan, me los fumaré. Creo que es la mejor solución. Así por lo menos me entretendré mirando como el humo de mis sueños se funde con el azul del cielo. Y tendré una pequeña esperanza guardada bajo llave en la zona más surrealista, estúpida y abandonada de mi "limpia" mente: la esperanza de que, como un ave fénix, ésos sueños revivan de sus cenizas.
Pero vamos, que ni de coña. A veces se me embota la cabeza de tanto humo y empiezo a decir gilipolleces. Pero al menos, éso no me falla. A fumar se ha dicho.
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