jueves, 14 de junio de 2012

Intento#1

Hoy es uno de esos días que dejo en paz a mis atribulados personajes y me desvelo a mí mismo. El autor tiene poder absoluto sobre su creación, sobre sus propios personajes, moldes hechos, sobre su entramado. Y tiene tanta ambición que se perfila con un cincel en cada uno de ellos. La codicia del ser humano le lleva a su soberbia. Pero hoy es una de esas noches que escribo en primera persona, me como el "Yo lírico" y me destapo. Las primeras personas dan tanto juego... nunca se sabe si eres tú el que escribe, o es el personaje que va caminando por tu entramado, dictándote lo que escribir. ¿Quién manda ahora, musa del sueño?

martes, 12 de junio de 2012

Jouxd´enfants

-Aquellas piernas pasaron ya hace años por aquí, pero.. ¡oh, señor! ¡Vaya piernas! Por aquel entonces, París era la capital de algo, pero lo era; yo era un joven capaz de todo, con un bonito hotel aquí en el centro; y desde luego que sus piernas eran las más bellas de toda Europa. Los ojos de todos los hombres las seguían, desde su nacimiento casi mágico sobre aquellos tacones, hasta donde acaban pícaramente bajo un vestido dorado.
-No hace falta usted que lo jure. ¿Tiene habitación o no?
-Oh, sí, el joven Rollo Martins se enamoró perdidamente de ella. Le acompañaba un tal Louis, un trompetista negro que hablaba muy grave, y cantaba con la voz descosida por el alcohol. La verdad, los dos hacían un buen dúo, y cuando sonaba aquel rotundo vozarrón, toda la sala se callaba de golpe, asombradas por la fuerza que desprendía. Pero a mí nunca-dijo, negando con la cabeza, con cierto orgullo-, nunca me gustó su voz. El caso es que a Martins le fueron pudiendo las piernas de su amiga más que su chello (creo yo que se le harían más interminables), y dejó a Louis a solas con su trompeta. Luego llegó la guerra, y París... bueno, París dejó de ser el sueño que fue. Yo no me quedé, pero sé de buena tinta que aquellas piernas dejaron tirado a Martins, y el pobre lo pasó mal. Creo que jamás gané tanto en alcohol como la semana que se pasó balbuceando cosas entre trago y trago aquel pobre diablo.
-¿No acaba de decir que se fue?
-Claro, claro que me fui. Pero Martins también. Nos reencontramos en Nueva Orleans, donde, maldita sea, el tal Louis seguía cantando. Eso le sentó a Martins como un tiro. Y a aquellas piernas no las volvió a ver después de la guerra, desde que se despidieron apresuradamente nosedónde nosecuando. Pero él las recordaba cada noche mientras sonaba esa voz rota. Ése Armsrong era bueno, decían.

http://www.youtube.com/watch?v=8IJzYAda1wA&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=OilrL9SOTRQ&feature=related


martes, 5 de junio de 2012

Too far to sea.

No quisiera parecer premeditado, o descarado. Tampoco repentino y buscón, algo con intereses. Bueno, no quisiera asustarte, pero sí sorprenderte. Pillarte como hacía antes. Arrancarte una sonrisa más que unos sonoros aplausos. Demasiado lejos del mar, estamos. La verdad, todo acabó de manera extraña, tú por tu lado, yo tropezando por el otro, con el traje de graduación que dejaste a medio dibujar con palabras. Me hubiera gustado arrancarte más sonrisas más a menudo, pero ahí estabas tú, de repente lejos de mí. Una sonrisa no puede cruzar miles de kilómetros.

Te evaporaste y me quedé más perplejo que entero. Y sé de sobra que me miras, porque yo también lo hago. No consigo descifrar si son miradas de perdón, o de lástima. O una de las miradas añejas al pasado. No entiendo por qué faltaste cuando intente escuchar tus cantos, y me quedé sordo. De literatura, y de otras cosas, de esas de las que hablábamos. La bebida prometida se me quedó fría entre las manos.

Quizás fue cosa mía. No estoy seguro, no quiero ser ese patético personaje que me saco cada noche del bolsillo, ese que se marca unas reflexiones del copón, intentando ser redimido por la fuerza del destino, o algún párrafo positivo. No quiero apenar, sencillamente llamo a la puerta que dudo que escuches.