lunes, 28 de noviembre de 2011

Fly me to the moon.

Una canción de color dorada que suena a blanco y negro, una canción de lotería, escrita para soñar, ideal para cantarla cualquier día de borrachera impertinente de esas mías, aplicable a los términos "triste, derrotado", y  a "feliz, invencible". Una canción para cogerte de la mano y besarte, y decirte que te quiero; una canción cuyo ritmo nos precipite vertiginosamente a enamorarnos como unos imbéciles, a hacerlo como en las películas; una canción que perfectamente puede sonar en nuestra noche de bodas, en nuestra luna de miel; una canción para cantarte cualquier día de la semana a cualquier hora, para bailar descalzos por el salón, una canción con la que recordarte siempre con dos pies izquierdos y una sonrisa enmarcando tu carita de ámbar cuando no estés, o cuando te vayas. Una canción para estremecer hasta mis huesos cuando la cante en la ducha los lunes fríos y grises. Una canción con la que irme a dormir a falta de tu respiración suave. Cadencias y curvas se confunden con tu nombre. Y, sí, me enamoro día a día de cosas que no puedo imaginar. De ti, de tus labios casi inalcanzables, de tus mejillas sonrosadas cuando hace frío, de tu pelo suelto.

Aunque, de momento, estamos en los compases iniciales de la canción y no me he arrancado a cantar,  y no es por otra cosa que por no perder el ritmo, por no cantarte a trompicones y desafinando. Perdón por pecar contra Sinatra, pero me lo merezco. ¿Te merezco? ¿Me mereces? Relativo como tus sonrisas al mirarme, incomprensibles como tus miradas perdidas. Me gustaría cogerte de la mano y llevarte agarradita por la cintura a algún sitio que no te esperes, lejos de esta ciudad monótona, de estos árboles viejos y de este río tranquilo y sucio; llevarte a algún sitio como Brasil, Europa, alguna de las Islas Griegas, y comerte allí despacito despacito. Te doy todo por un siempre. A cambio, llévame volando hasta la luna.

Cld.



Si le echas imaginación, tras ese piano solitario en el escenario, ese mismo piano que está tocando una canción que hace estremecerse el alma y los huesos; entre bastidores, tras las pesadas cortinas del telón, rojo intenso, puedes verme. Mi cara, mi cuerpo, mi sonrisa maliciosa. Puedes oír como tarareo la melodía en silencio, como sigo los átomos invisibles de las notas por el aire, como disfruto sintiendo la música. Yo, en cambio, huelo tu respiración acelerada y veo claramente esa maldita gota de sudor frío, sudor causa del pánico, del miedo que baja sin frenos por tu cara; tan parecida a esas otras aquellas malditas gotas, esas malditas lágrimas de mi dolor que se confundían con el ruido de los coches y las gotitas de agua.  La oveja y el león, maldita sea, nunca he sabido quién ha sido quién. Me quemaste, y te regocijaste de ello. Pero nunca imaginaste que llegaría de nuevo a tu vida, a este escenario, tras el piano que sigue con su canción, una canción que ha salido de un alma antes bella, ahora desfigurada y torturada por el mayor dolor que nadie pudo soportar. Ni siquiera yo soy el mismo. La imagen del espejo es mentirosa, muy mentirosa, y me susurra en la oscuridad. Frío, ahora hace frío, y el telón se cierra lentamente. Pero, esfuérzate, puedes verme, aún delirante. La oveja y el león. Sin preliminares, sin anestesia. El patio de butacas está vacío, oscuro y silencioso, y las puertas del teatro se han cerrado. ¿Quién es ahora quién? Seguramente, cuando los focos amarillentos se apaguen, sentirás terror, auténtico terror, y querrás gritar. Y, probablemente, gritarás,  y tu grito evitará que oigas cómo se descorre el pesado telón un momento, y se desliza una silueta hacia ti, de detrás de TU escenario, entre los bastidores de TU vida, un niño pequeño abandonado que creció entre los decorados y las máscaras. Nunca debiste olvidarle.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Como un palíndromo: al revés significas algo.


Y, por fin, tras un rato, el nieto se calló, y el abuelo, nada enfadado, sonrió con cierto aire paternal, y le pasó el brazo por los hombros; y allí se quedaron los dos el resto de noche de esa noche de verano: observando las estrellas.

+Pues he de decirte que pese a tu opinión ,y, sin embargo, hubo un tiempo en el que fui capaz de todo, sin tener nada más que unos cuantos sueños apuntados en un papel. Tras esto, intenta negar mi magia, intenta repetir mi "sequedad".

-Me cuestiono demasiado esas cosas. Dudo todo lo que dices que hacías.

+Abusas de las palabras ácidas, pero bueno, ¿qué dudas exactamente?

-Tu estúpida historia de mago, no tiene sentido, ni aparente ni real. Es algo patético. Tu prosa es casi una canción de Pereza descafeinada y sin rimar.

+Pues, nietecito mío, eres de los únicos que lo piensa.

-¡Por favor! ¡Los demás están ciegos si no lo ven, es obvio! Dices ser algo que alguna vez soñaste, pero que olvidaste allí, ¡en los sueños!

+Te aseguro, sarcástico nieto, que yo fui capaz de atrapar la realidad en palabras, pero tanto la propia realidad física como la inmaterial: los sentimientos, las ilusiones, los sueños, la música, cada nota y cada sostenido, el olor del Sol tras una tarde de lluvia un domingo... Era algo precioso y terrorífico a la vez: la esencia de las cosas quedaba encerrada por mi pluma, su vida, su chispa de magia. Era capaz de hacer creer historias, personajes y lugares que jamás existieron. Los que me leían aseguraban que las imágenes se montaban frente a ellos, como trazadas por un pincel cadencioso e invisble: imágenes suaves, como en nubes esponjosas los días que hace frío; y aseguraban también que, al tocarlas, se desvanecían como una lluvia de primavera. Yo era un ilusionista, un mago de la prosa, el pintor de sueños...

-Oh, qué poético, algo demasiado tuyo, abuelo. ¿Y qué pasó?

+Nada. Como todo en esta vida, un día se va y te quedas sin blanca; un día deja de ocurrir. Es como amar, o escuchar una canción preciosa: alguna vez se acaba. La inspiración se evaporó entre mis dedos como agua fría.

-Abuelo, jamás me voy a creer tu historia. ¿Qué te queda de todo eso?

+La mejor sensación del mundo, la satisfacción. Porque yo jamás cuestioné nada de lo que hize, pues lo creo correcto. Siempre lei mi mundo de izquierda a derecha y lo vi de arriba a abajo, pero hubo excepciones... Como ahora, por ejemplo. Igual eres tu ,querido nieto, el que necesita cambiar de perspectiva, párrafo por párrafo, guión por guión... de abajo a arriba. Y ahora, intenta negar mi  magia.

jueves, 24 de noviembre de 2011

cielos de cartón.

Me sobrepaso a mí mismo. Ir más lejos de lo que nunca quise llegar es algo malo si no controlas tus pasos. Y yo estoy perdido. No encuentro ya ni las estrellas en el cielo. Tampoco me quedan cigarros. Pero tranquilo, saldré de este lugar tan pronto como pueda volar.

Lo tengo claro, tengo un plan de huida de tus ojos asesinos. Y jamás se lo conté a nadie, pero sigo siendo aquel viejo yo de joven, y, en el fondo, la música me sigue rompiendo el corazón cuando nadie mira. Por eso me escondo de ti tras los vasos de ron que nunca bebí y me hago el borracho cuando pasas por mi lado. Sé que me odias. Por eso te lo pongo más fácil, no sería justo. Estoy harto de la melancolía de tus pasitos lentos y de las hemorragias de recuerdos. Por eso tengo planeado saltarme las vallas e ime de aquí, lejos, muy lejos. No necesito estrellas que me guíen, me ciegan. Necesito música como combustible y algo por lo que luchar. Tengo alma de viajero, de pirata, de Jack Sparrow. Pero necesito una causa perdida para pelear por ella sin motivo.

Pues eso. Me sobrepaso a mí mismo, y ya he perdido hasta a mi sombra. Ir más lejos de lo que nunca quise llegar es peligroso, pero no me queda demasiado que perder. Y yo, personalmente, ya estoy perdido, haga lo que haga. Una buena acción no remienda una vida de perro, peleándose con los pecadores, siendo su pero y su por qué. Allí abajo me recibirán bien, lo tengo claro. No encuentro ya ni las estrellas en el cielo. Y a veces, ni el cielo siquiera. Tampoco me quedan cigarros. Pero tranquilo, saldré de este lugar tan pronto como pueda volar, como he salido de sitios peores, de otras peores.

Fdo: J.S.P.

martes, 22 de noviembre de 2011

Franklin Station.

-Quedan apenas unos minutos más, y me iré por completo de tu vida-dice, mirando su reloj de muñeca, fingiendo una despreocupación bastante forzada.

-Nunca te he dicho que quisiese que te fueras.

-Pero me lo has dejado bastante claro, ¿no crees?-dice él, con una mirada entre pena y enfado, comida por un orgullo autodestructivo. Comienza a nevar en la estación, es un momento mágico, de película.

-Ves lo que quieres, como siempre, yo nunca-dice ella, reforzando el nunca-,nunca he querido que te fueras. ¿Acaso tienes miedo? ¿Acaso te asusta?

Por un momento, ambos se quedan callados, la nieve alfombra el suelo suavemente. El tren suena a lo lejos, las vías comienzan a vibrar, junto a los arcenes de ambos lados se empieza a arremolinar gente, pero ellos se quedan aislados en un círculo que los viajeros les dejan alrededor, un círculo de uno, dos metros como mucho, de radio; su círculo, su momento, su mundo. Una voz metálica suena desde un altavoz, anunciando la llegada inminente del tren. Él deja las maletas en el suelo, no ha dejado de mirarla desde que han empezado a hablar. Ella tiene lágrimas en sus ojos de miel, en sus mejillas encendidas por el frío. El tren llega, se para lentamente, pita. Los viajeros que pasan por su lado se les quedan mirando, pero suben enseguida. En cuestión de un minuto han subido todos, todos menos uno, el asiento 342 está libre. Y ellos siguen ahí, quietos, mirándose, retándose en silencio.

*   *   *

El sonido del tren alejándose es ensordecedor, pero en seguida suenan los cantos risueños de unos pájaros que esperan las once de la mañana ed un día inusualmente soleado de Diciembre; en el interior del tren un revisor inspecciona que los pasajeros tengan sus billetes.

-Trescientos cuarenta... trescientos cuarenta y uno... trescientos cuarenta y...tres, trescientos cuarenta y...

*   *   *

Son las once y veinte, y el café del Café sienta muy bien a mis huesos helados. Tengo lo que quería, una foto más, un instante más, tres meses más de Hospital. Él le acarició la cara tiernamente, y la besó cuando el tren comenzó a irse. Sonó el click de mi cámara. Luego de unos segundos, se arrodilló y le besó el vientre. Estaba embarazada. Sonrío para mis adentros mientras apuro el café. He visto bastante de esas en las que las que el tío no se queda en tierra. Al menos, estoy contento de haber encontrado a alguien capaz de disfrutar del amor sin tapujos, sin trampas; y que, gracias a su desconocida donación de un momento único, me permitirá disfrutar del mío unos tres meses más.

Pago el café en el Café y me voy en taxi a las oficinas. Después de cobrar, tengo que ir al Hospital a comunicarle la buena noticia. Me arrebujo en el taxi tras decirle la dirección secamente al taxista mientras le apuro, "¡Rápido!". Y pienso que ,a veces, creo que esta no es la vida que desearía. Pero su sonrisa de cristal es lo que me da fuerza. Y tanta. Aunque sea entre las mismas sábanas blancas y verdes en el mismo cuarto gris.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Flightless bird.

Fui un niño rápido, al que le entusiasmaban las calles mojadas que olían a lluvia y a tarde de otoño, las tardes enteras hablando de nada en cualquier sitio, mirar tu sonrisa, disfrutar tus ojos y casarme contigo cada vez que quería. Recuerdo haber bailado contigo un día de frío, pero ahora mismo se me pierde en la memoria si fue un sueño o bien fue la realidad. El caso es que olía tu perfume de niña buena desde tu casa, más o menos. Recuerdo que era un chico que por sus amigos daría un brazo, por cualquier rato a solas con ellos. Y, bueno, a veces creo recordar que esa fue la mejor época de mi vida, despreocupado, feliz, sonriente.

Pero ahora tengo más cosas que esconder y menos para impresionar, y los recuerdos se me pierden entre notas en la agenda, vicios caros y poco sanos, y una memoria infame que me funciona para lo que quiero. Prometí quererte por siempre, como en una película, pero no ha sido así. He fallado a mi promesa, y tú te has ido. Me has dejado con los zapatos de claqué atados al cuello, con el traje negro mojado, y con unas flores en la mano que no las tiro por no ensuciar la calle. Ahora, el olor a mojado lo único que me produce es la sensación de frío. He aprendido a ser más sensato y menos impulsivo, a quererme más, y he aprendido a esperar, porque las cosas malas te llegan sin necesidad de ir a buscarlas. Ahora suena este valls rítmico y melancólico de fondo, y yo estoy bailando borracho en una sala vacía y a oscuras. Bailaría con mi sombra si no la hubiera perdido, y lo único que me mantiene con sentido es el contacto áspero y frío de la botella, y de mi traje mojado. Los viejos salones retumban con mis pasos (coordinados, al menos), y con el latido de mi corazón que, bueno, al final, resultó que nunca te llevaste pese a que fuera tuyo, y que ahora revolotea en mi pecho como un pájaro enjaulado, que no puede volar. Que no puede volar.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Bella. Bella, así se llamaba.

Es casi de noche, anochece. El Sol deja rayos rojos y dorados brillantes, mágicos, en un horizonte que se me resiste, que está lejos, que se aleja a cada paso que doy intentando acercarme a él. El traqueteo del tren no me deja dormirme, no puedo, y pienso en ella. Bella, así se llamaba, y con razón. Con mucha razón. La tuve cien veces en el objetivo de mi cámara, y no le hice las fotos que debería haberle hecho. Y se fue, un día se fue, con la luz del Sol. Ésa fue la peor noche de mi vida. No dormí por miedo a su ausencia, a su vacío, a despertarme sin ella. No me lo creía. Tampoco lloré, pero habría pagado por hacerlo. Tan sólo escuché música muy quieto en el sofá, mirando a un punto infinito del cielo. Su cielo. ¿Nuestro cielo?. No, aquello jamás fue nuestro. Ella fue la estrella en todo momento, mi estrella, mi guía. Bella, así se llamaba. Jamás olvidaré su sonrisa, me lo he prometido a mí mismo, es lo que me queda. Tampoco me olvidaré de ella nunca, eso lo sé yo con certeza sobrada, su espontaneidad, sus besos, su piel, sus ojos, su maldita sonrisa que me enamoró día tras día como a un imbécil. Qué bonito fue, en serio, ha sido lo más bonito que me ha pasado en la vida. Si cintura de cristal, su cuerpo de modelo, sus piernas interminables, sus labios tiernos y dulces. Le escribí mil poesías, mil sonetos, y aún hoy lo sigo haciendo. Solamente ella sabía cómo sonreírme para decirme que todo saldría bien, que me quería, que siempre iba a hacerlo. Quizás el fallo fue ese siempre.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Me queda la resignación, al menos. Bueno, eso y...

Hay muchas formas de decirte que no mirándote a los ojos. Mientras no te importe a ti ,no me importará a mí. Al menos lo hemos pasado bien. Me has enseñado que puedo ser paciente, y yo te he enseñado que no todos los tíos somos unos cabrones. Te quiero, y te he querido desde hace tiempo, y por todo lo que te quiero, te dejo ir, libre de maletas y de cargas de conciencia. No ha sido otro "caso Masa", tranquila. Me quedaré con tu sonrisa los días fríos, estaré bien, hazme caso. Tan sólo necesito algún tiempo con la imagen que me muestra el espejo. Tengo dudas sobre mí mismo, ¿te lo puedes creer?. En fin, comienzo a desvariar. Te echaré de menos muchas veces, gracias a eso de no echarte de más cuando podría hacerlo. Nunca me ha gustado insistir, y si todavía le sigues queriendo a él, nada podemos hacer. Gracias por todo, ha sido un casi-mes delicioso. No hemos acabado tan mal, al menos, yo no he acabado tan de vacío como otras veces, y creo que tampoco de malo. De hecho, me queda la resignación, una sonrisa gastada pero útil, y unas zapatillas nuevas para recorrer todos los kilómetros que hagan falta para olvidarte, ver que no puedo olvidarte, o encontrarte otro día bajo la lluvia en cualquier ciudad. Te he dejado unas rosas en la cama, dos besos en las mejillas, y una sonrisa que espero que no olvides, esa sonrisa que me sacabas cuando querías, cuando me mirabas, o, simplemente, estabas ahí.

martes, 1 de noviembre de 2011

Pero es invierno.

Todo se acaba. Pero algo no suele acabarse antes de empezar. Y, bueno, Noviembre sin ti se me va a hacer largo. Pero por eso estoy empezando a frotarme las manos, para que el frío no me llegue tan de golpe. Mejor ser así de "negativo" y realista, que optimista e ignorante. Es bonito eso de creerse que todos los días ella te recibirá con los brazos abiertos, los labios pintados, y palabras dulces; también que todos los días soleados y calurosos de finales de verano podréis tumbaros a la hierba mientras ves atardecer, y besarla y decirle que la quieres, y hacerla reír. Es demasiado bonito, y hay que irse poniendo a tono con el color del cielo, con el olor de la calle, con los jerseys largos y los días cortos. No pienso parar de sonreír, pero, en el fondo, estaré roto. Te quiero, con todo lo que ello conlleva. Igual hay que esconder tus labios pintados detrás de bufandas, taparte tus piernas interminables con algo más que una falda, y cambiar los días soleados en el campo por noches largas bajo cualquier soportal. Ojalá sea así. Pero las calles están mojadas y huelen a lluvia, y los árboles se empiezan a quedar desnudos y dormidos, y a mí me arrastran las estaciones. Y aunque sale el sol y sigue habiendo olas en la playa, ahora es invierno. Da igual, te quiero. Pero iré haciéndome a la idea de que es invierno, y de que tú...