viernes, 28 de diciembre de 2012

Diario incendiario nº1 (Amélie, el loco)


Aún tardo en recordar la extraña razón que te ataba a mí. No sé. Amor no llegó a ser nunca, y también asumo que jamás hice nada extraordinario para conquistarte, algo raro en mí. Y, por favor, eso de conveniencia es tan absurdo como mis muecas intentando sacarte una sonrisa fría y desganada.

En serio, tardo mucho en recordar la estúpida ley física que hacía que te acurrucaras junto a mí cuando hacía frío; o aquella broma de beso que te regalé una vez. No alcanzo a traer de nuevo los versos consonantes que te hicieran abrazarme más fuerte. Y me extraña, porque juraría tener buena memoria. Ahora sólo quedan libros vacíos y espacios tan grandes como el descarado abismo que hay en el colchón.

Tardo tanto en intentar recordar, que llego a plantearme por qué lo hago. Me aferro con dedos frágiles a lo que se podría llamar impotencia, a lo que podría ser una serena aceptación de lo que toca, incluso a la imaginación. Normalmente, a eso y al alcohol. No sé qué es lo que va primero siempre. Y, como ya hicieras tú el momento exacto justo antes de irte, no sé responder a mis preguntas.

El caso es que la ironía se teje y me juega una mala pasada; y acabo componiendo un intento (o fracaso) de obra de teatrillo barata en la que la protagonista, irremediablemente, tiene tu sonrisa.

Sin embargo, el hecho de encontrar tan difícil el mero recuerdo me hace pensar que, quizás, jamás hubo alguna razón que te atara, o alguna ley física, o algún verso.

Y así quedo de deshecho y de amparado por saber que, si eso nunca ocurrió, entonces nunca pude hacer nada. Igualmente deshecho por saberte lejos.

Opus#1

Las lánguidas almas de las rosas se marchitaron al compás de las estaciones, y el viento frío siguió vapuleando su ciudad de sueños con una falta de compasión inhumana. Cada lágrima enturbiaba más los arañazos que daba la pluma sobre el papel, las gotas de brandy en el café arrebujaban las palabras con las palabras, haciendo negros bucles de auténtico talento literario malgastado. Las aladas ideas de Cóssimo se fueron, emigrando al sur como las aves; y huérfano entonces de todo salvo de su propio lastre, acabó por desterrar aquella costumbre tan pesada como era el hecho de intentar conseguir que sus musas volviesen. El castigo de la falta de inspiración le comía desde hacía días, y no encontró resguardo en la calle, donde el aire soplaba tanto que temía porque los incompasibles vientos del norte se llevaran a sus ideas, como ya se habían llevado a Perséfone. Cóssimo estaba abatido, y echaba de menos el sol. Era entonces cuando el Senna se helaba y le privaba de reflejo siquiera, y el alma de Cóssimo se estancaba en la melancolía lenta de principios de Enero. Y ni siquiera el canto de las golondrinas, contrastable por su ausencia, le marcaba el ritmo de camino a casa. Cóssimo no era Cóssimo, sino una breve sombra desdibujada de aquel, un chupado trazo abrigado que se arrastraba de cama en cama, de Bourbon en Bourbon, de obras de Víctor Hugo a exposiciones de Goya.

Echaba de menos el sol.

Nunca sabría si el sol era ella, o era tan sólo una depresión post-otoñal.

domingo, 23 de diciembre de 2012

# 17. IRMÃO

Aunque hubiera tenido que hacerte un blog por obligación, que sepas que lo habría hecho. Al rubio, al Yosé,  a Danielle, a Mou, a Jose. A todos ellos y en conjunto a ti.

Tú que eres mi imagen del verano, casi todos los días ahí, cuando no, en la distancia. Siempre cerquita, por si acaso, siempre sonriendo, siempre con la cordura necesaria para hacerme recordar que estoy demasiado loco. Siempre ahí, lo único que cambia son el lugar y las circunstancias. Las canciones de fondo, la habitación, el balón, el césped, el autobús, la película, el botellón, lo que llevara en aquel momento el vaso. Eso es lo único que cambia en toda la historia. Y repito tus palabras: cada momento es ahora eterno en la memoria, pero es por nuestra eternidad por lo que no puedo quedarme con una sola cosa. Aquello que hicimos ya está hecho, por lo que inventemos algo nuevo. Como no, el alemán y el inglés, el pokémon, mono rechulón y D.R., di Natale en las celebraciones. Master & commander. Y censuro.

Son unas pocas de cosas empezando hace tres años, y remarcando desde este Junio. Feria y posteriores. Lo mejor de nuestra historia, el comienzo de la eternidad. Las risas, las bromas, las hostias, los Panamera, todo aquello que merece la pena recordar al día siguiente, y al siguiente. Ese aire de conquistador que tienes,  esas incoherencias en las que me veo reflejado casi sin querer, esas otras cosas en las que te veo a ti. Un reflejo, imagen y modelo, a todo esto. The special one.



Y sí, ya son 17, que eres el pequeño. El pequeño, pero muy grande, tú, que no te pesan los años, capaz de sacarme una sonrisa cuando sea. No me dejo, y ayudan tanto como cualquier rato contigo. Arte, eso es lo nuestro. La clase, la categoría, esa compenetración, tú rubio, yo moreno, de la misma altura, el equipo de dos. Aquel barco que no se hundió, aquellas estúpidas peleas que se acabaron, pero que reforzaron el comienzo de la eternidad. Una eternidad que mira al futuro sonriendo, que igual allí en la capital nos conocen, el dúo diez. Yo me doy un uno. Tu eres el nueve. Los fiesta, los fútbol, los liantes. El loco y el italiano.
Que nos queda muchísimo por vivir, empezando por la próxima tarde. Y no se ve el final. Eso es lo bueno. Que vengo de la selva, y necesito algún tío coherente, a una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida, al 16 que cumple 17, al de la Roma, al del Madrid, al genio y figura, el tío que hace que veas las cosas fáciles. El person, el que apunta mal, el que, aunque no lo sepa, está más loco que yo. El que cumple años con la certeza de tenerme ahí siempre, y el que me va a tener los años que hagan falta. El ying. ¿O era el yang? Da igual. El que siempre me deja un tweet para hacerme ver que no hace falta más. El que en teoría sólo habla de fútbol, que es capaz  de sacar sonrisas sin quererlo. Eso intento yo, irmao, que esta es tu felicitación, a imitación de la tuya. Esa que me dejó con una sonrissa de boludo hasta que me dormí esa noche, el Yosé, el Croyff, Mouny Deep, el mago. Jose, que te has ganado el apelativo a la fuerza. Gracias por estar ahí, y por favor, quédate. Yo lo haré.


""HABRÁ MILES DE RECUERDOS COMO ESTE, INOLVIDABLES TAMBIÉN PERO SIEMPRE MEJORES. FELICIDADEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEES¡¡¡¡ 17""


Y ahora ponle cualquier BSO de las nuestras, o la de Rest of my life. Esa es la canción

Praga 1

Praga 2 (las bragas?)

Dúo bueno

los bichos

Jordi

EL MÁS CHULO

Il capitano

Una de 4883983493


los bichos

El León Inglés-por cortesía de Mr Methapors

Smiley

Los bichos 

Los bichejos

Guidos-Summer 12



Nochevieja




















Rest of my life

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Variazione di un tango


En aquel espacio de tiempo entre el metro y su casa comenzó a pensar por primera vez.  A pensar en cuánto echaría de menos sus ojos, aquella manera especial que podía tener de arrugar la nariz cuando algo no le hacía demasiada gracia, sus medias sonrisas posteriores. Se sintió algo más desamparado que el momento antes de haberse echado a pensar, así que apretó el paso.  No era otra de sus descripciones tristes y arrastradas, tan sólo una apreciación.  Hacía frío, y desde hacía tiempo sospechaba secuestro, pero siempre había sacado fe de las dudas que empapaban su almohada, y no sabía exactamente cómo.

Ahora, sin embargo, las dudas se le habían hecho tan obvias que no eran dudas, sino cuadros burlones en las paredes del mismo pasillo que tenía que recorrer una y otra vez.

Él, irremediablemente, lo aceptaba, y cruzaba las manos tras la espalda mientras andaba. La resignación le dejaba siempre un sabor algo grisáceo, pero era mejor que la pena doliente del que sabe que no puede hacer nada, y se castiga por algo que, como es, escapa de su alcance.

“Sencillamente el amor es un juego, una ilusión para uno que para el otro jamás existe. “

Ahora comprendía el porqué de los largos silencios abatidos y borrachos del Capitán.
Ni una sola mención mental más del nombre de su musa en el resto del camino. Le temblaban los dedos con la experiencia del que se sabía desamparado en el ascensor. Tamborileó una vez más aquel ritmo nervioso antes de abrir la puerta de su piso, y ver que no estaba.

Los cuadros del pasillo se cayeron todos.