Me encantaba mirar como te tomabas el café por las mañanas. En serio, era cuando me daba cuenta de con quién quería estar de verdad, de a quién amaba todo el tiempo. A decir verdad, nunca necesité más que poder tenerte entre mis brazos cuando quisiera. Te quise con todo mi empeño, y creo que me correspondiste. Y bueno, ahora aquí estamos los dos, muertos de asco y de frío, separados, pensando en qué pensabamos cuando hicimos lo que hicimos. La verdad, nunca me esperé este final tan.... desastroso, tú a una esquina del mundo y yo a otra, si es que el mundo tiene esquinas. Maldita sea, me he adiccionado al tabaco otra vez. Los cigarrillos son los mudos compañeros de mi pena, mi enfado y mi orgullo, que todavía intenta salvar los muebles del naufragio. Aquí estoy yo, fumando más que Bogart cuando creía que eso le ayudaba a crecer; bebiendo tragos largos para olvidarme de todo un poquito más cada día. No sé si tú estarás en tan desastrosas condiciones ahora mismo como yo, pero a mí no me apatece por las mañanas más que levantarme y volverme a acostar,a ver si hay suerte. Hay veces que, cuando me da por pensar, unos leves fogonazos de mi ingenio entre la niebla densa del dolor, la pena, el humo y la melancolía pasmosa y rutinaria, me hacen ver que todavía me queda tiempo para volver a dedicarme a lo mío, que es escribir. Bueno, "escribir". Me aferro a la poesía con dedos de falsa modestia para ocultar mis típicos tópicos: tú, tú y más tú. Eso y el amor, si no sois la misma cosa.
En fin.
Lo que si es verdad es que desde el balcón de la habitación de mi hotel en Praga hay buenas vistas, y ya huele a otoño. El río está precioso cuando atardece, y es cierto que tengo uno o dos borradores en el Word. Pero aún así sigo viendo inútiles mis intentos de lo que sea que intente. Por eso he vuelto a fumar, porque así me siento vivo; por eso intento arreglarme al salir, para mirarme al espejo. Y sí, me veo más cansado, me veo gris, taciturno, pero al menos, de cuerpo entero. Pero, sin embargo...-sigo sin poder reprimir mis suspiros, incluso cuando escribo-, a veces, sigo echándote de menos. Porque muchas veces me doy cueta de que lo que ahora escribo con una fluidez inusitada y estimulada por los vodkas implacables que me bebo en el balcón, jamás te lo dije a la cara. Me acuerdo de cuantísimas veces te tuve a nada, unos quince malditos centrímetros volátiles entre tus labios carnosos y los míos; apenas nada entre tus preciosos ojos castaños y mis ojos hechizados por tu belleza. Aún recuerdo cuando te cogía de las mejillas y te acercaba a mí... y jamás te dije esto. Me acuerdo incluso de la última vez, en la puerta de casa. Mierda. Mis viejos fantasmas no me dan tregua, ni siquiera aquí en Praga, tan lejos de donde solía amarte. Pero lo cierto es que es verdad,
Me encantaba cuando te tomabas el café por las mañanas, cuando te tumbabas junto a mí en el sofá, y tu manera de mirarme cuando yo estaba liado con el piano. Me encantabas tú, y ahora, no te tengo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario