viernes, 30 de diciembre de 2011

¿Dos mil qué?

Me he propuesto muy poco para éste año que llega oliendo a nuevo. He descubierto un gran avance: nunca caminaré sólo, pues siempre me seguirá mi sombra. La verdad, hay veces que desearía que esto cambiara algo, que algún día por la mañana temprano aparecieras en mitad de la acera y yo, muerto de sueño, te abrazara y te dijera que te quiero, pero, por lo visto, no va a ser así. Tú seguirás con tu vida de tacones los sábados, resaca los domingos, sombra de ojos los lunes, y clases de dibujo técnico. Yo... bueno, seguiré aquí, mirando como pasa la vida, hoy lloviendo y mañana también. Poco más me preocupa aparte de  quedar bien conmigo mismo, "perdóname ángel", cosas así. Lo pero que puedes hacer es eso, mentirte a ti mismo mientras te arreglas para salir. Mejor es tener claro quién eres y lo que quieres que vivir en un sueño. Que sí, que sí, que el amor es muy bonito, pero acabarse se acaba, como todo. Creo que la clave es no creerse inmortal por vivir ciegos, por  no ver los defectos y fallos, los problemas y las "amenazas". En fin.

Y he estado pensando, algo usual, creo que es un poco egoísta éste punto de vista. Pero bueno, si aquí cada uno va a su bola, yo me uno al grupo, aunque luego son ellos los que hablan. Y es extraño, pero cada día les oigo menos, sordera súbita, estúpida evolución. Quien quiera que venga, le daré un abrazo y seré simpático, pero los que quieren que vaya detrás suya, como mi querida L, pues va a ser que no. Es navidad y no huele a nieve, aquí nunca nieva, sólo llueve. Joder. El caso es que cada día me sorprendo a mí mismo menos bebido que antes. Ha pasado un año y mi alcoholismo (prácticamente metafórico), ha muerto. No le extrañaré, no era del todo bueno. A día de hoy, sin embargo, la adicción a la música no ha decrecido ni un pelo, y aún sigo oyendo esa voz ronca y desentonada desafinando por la calle, oh luces de navidad, seguid brillando. Porque, bueno, hace frío y se hacen regalos, pero creo que el espíritu navideño me lo he dejado en el pueblo. Pues eso, adiós dos mil once. Ha sido un dudoso placer y/u honor.

viernes, 23 de diciembre de 2011

ConfesiónAbusrdaNº4 (extracto)

Y fue en ése momento cuando vi que, bueno, que eras tú, pero que no eras mía. Y no me di cuenta, pero algo dentro se me rompió, algo que había estado ahí sin yo siquiera saberlo. La sonrisa voló de mis labios para posarse en los tuyos, dejándome huérfano de alegría; y todo dejó de tener sentido. Lo de siempre, vamos, pero esta vez en serio. Me juré a mí mismo tomarme la vida menos en serio y disfrutarla más, porque las peres cosas llegan gratis y sin avisar, e incluso llegué a prometerme que te olvidaría, tiempo al tiempo, pero todo quedó en eso, en vagas promesas.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

ConfesiónAbsurdanº3

¿Por qué? Porque me apetecías. Me acuerdo de que a todos mis infructuosos intentos por conquistarte, tú respondías con una sonrisa que a mí me desencajaba. Te dabas cuenta, lo sabías, y te dejabas hacer. Tu sonrisa cuando te agitabas el pelo, eso era todo lo que yo necesitaba para saber que eras tú, que no podías no serlo, que el error relativo era cero. Y, bueno, acerté. Aún así, muchas veces pienso que el amor sólo es un fallo matemático, y que siempre da negativo; que las sumas son restas en realidad, y que el intervalo infinito se corta de repente en un punto. En nuestro caso, esta ley se cumple. No le he puesto nombre todavía porque estoy buscando algún nombre científico y rimbombante, pero es la ley matemática más cierta de la historia.

Bueno, la cosa es que aquí estoy en Praga, sin saber ni siquiera lo que hacer para no hacer nada. Me cuestiono ya hasta las cenizas de mi cenicero (¿cuándo empecé yo a fumar?), me sobran los motivos para mis excusas, pero me falta excusas creíbles para mí mismo. Siempre he tenido dos dedos de frente, y es por so que no me trago mis mentiras; pero lo que nunca creo haber llegado a tener es un sentido realista de mí mismo. Cuando me miro al espejo se me hace pesada y absurda la mueca que encuentro siempre entre mi pelo despeinado y el cuello alto de mi jersey, y sin embargo, me veo bien. Pero creo que el mundo si que es consciente (y probablemente más de lo que desearía), de mi falta  de sueño, sueños, y de mi maldita etiqueta usada en mi apariencia malgastada y por malgastar. Hasta los camareros de los bares de dudoso gusto me miran con algo de compasión cuando les pido otra.

Pero no todo es beber para saciar mi sed inexistente. Hay tardes en las que mi sentido común (o mi instinto de supervivencia, todavía no sé muy bien qué es), evita que salga a beber, y lo que hago es coger un libro, un Gin-Tonic, y me salgo al magnífico balcón del hotel. Es un balcón bajo y que da de cara a Praga y a la puesta de sol. Tengo en la cámara una o dos fotos que huelen a otoño, con esos colores rojizos y dorados tan bonitos que a ti tanto te gustaban. Y, ¿sabes?, son esas tardes las que de verdad me empiezan a coser algo aquí dentro del pecho, algo que está roto desde que tú te fuiste. Curiosa casualidad.

Hablando de tardes, hay algunas en las que incluso me da por pensar y escribir un poco, y me siento a pensar. Sí, a pensar. Tranquila, no quiero decir que no te recuerde, no quiere decir que te haya olvidado. Creo quees al revés. Involuntariamente, me tengo que sumergir en las historias de otros, de mis personajes, para hacer que mi mente se aparte un poco de tu recuerdo. Es muy nítido, tan nítido que todavía puedo verte delante mía, sonriendo, tu pupila contra mi pupila, tu boquita de ángel, tus medidas de maniquí. Hay veces que recuerdo como si fuera una película cualquier cosa, como el beso en Navidad, bajo la nieve, en mitad de la calle. Me pasa casi continuamente, como ahora mismo, mientras escribo. Y, lo peor de todo es que te evaporas lentamente entre mis manos, y vuelvo a recordar la maldita ley matemática que indica que todo se acaba, que el amor es un error matemático, y que tú no estás.

Sin embargo, sigue sin tener nombre...

sábado, 17 de diciembre de 2011

ConfesiónAbsurdanº2

Me encantaba mirar como te tomabas el café por las mañanas. En serio, era cuando me daba cuenta de con quién quería estar de verdad, de a quién amaba todo el tiempo. A decir verdad, nunca necesité más que poder tenerte entre mis brazos cuando quisiera. Te quise con todo mi empeño, y creo que me correspondiste. Y bueno, ahora aquí estamos los dos, muertos de asco y de frío, separados, pensando en qué pensabamos cuando hicimos lo que hicimos. La verdad, nunca me esperé este final tan.... desastroso, tú a una esquina del mundo y yo a otra, si es que el mundo tiene esquinas. Maldita sea, me he adiccionado al tabaco otra vez. Los cigarrillos son los mudos compañeros de mi pena, mi enfado y mi orgullo, que todavía intenta salvar los muebles del naufragio. Aquí estoy yo, fumando más que Bogart cuando creía que eso le ayudaba a crecer; bebiendo tragos largos para olvidarme de todo un poquito más cada día. No sé si tú estarás en tan desastrosas condiciones ahora mismo como yo, pero a mí no me apatece por las mañanas más que levantarme y volverme a acostar,a  ver si hay suerte. Hay veces que, cuando me da por pensar, unos leves fogonazos de mi ingenio entre la niebla densa del dolor, la pena, el humo y la melancolía pasmosa y rutinaria, me hacen ver que todavía me queda tiempo para volver a dedicarme a lo mío, que es escribir. Bueno, "escribir". Me aferro a la poesía con dedos de falsa modestia para ocultar mis típicos tópicos: tú, tú y más tú. Eso y el amor, si no sois la misma cosa.

En fin.

Lo que si es verdad es que desde el balcón de la habitación de mi hotel en Praga hay buenas vistas, y ya huele a otoño. El río está precioso cuando atardece, y es cierto que tengo uno o dos borradores en el Word. Pero aún así sigo viendo inútiles mis intentos de lo que sea que intente. Por eso he vuelto a fumar, porque así me siento vivo; por eso intento arreglarme al salir, para mirarme al espejo. Y sí, me veo más cansado, me veo gris, taciturno, pero al menos, de cuerpo entero. Pero, sin embargo...-sigo sin poder reprimir mis suspiros, incluso cuando escribo-, a veces, sigo echándote de menos. Porque muchas veces me doy cueta de que lo que ahora escribo con una fluidez inusitada y estimulada por los vodkas implacables que me bebo en el balcón, jamás te lo dije a la cara. Me acuerdo de cuantísimas veces te tuve a nada, unos quince malditos centrímetros volátiles entre tus labios carnosos y los míos; apenas nada entre tus preciosos ojos castaños y mis ojos hechizados por tu belleza. Aún recuerdo cuando te cogía de las mejillas y te acercaba a mí... y jamás te dije esto. Me acuerdo incluso de la última vez, en la puerta de casa. Mierda. Mis viejos fantasmas no me dan tregua, ni siquiera aquí en Praga, tan lejos de donde solía amarte. Pero lo cierto es que es verdad,

Me encantaba cuando te tomabas el café por las mañanas, cuando te tumbabas junto a mí en el sofá, y tu manera de mirarme cuando yo estaba liado con el piano. Me encantabas tú, y ahora, no te tengo.

jueves, 15 de diciembre de 2011

ConfesiónAbsurdanº1

Puedo escribirte los versos más brillantes que se me ocurran para que tú los quemes sin leerlos. Puedo soportar tus miradas, tu maldito contoneo cuando sabes que te miro. Puedo reprimirme las ganas de besarte cuando te me acercas y me hablas al oído, bajito, cuando puedo sentir tu aliento. Puedo resistir un poquito más cuando me derrumbo por dentro después de que me sonrías. Puedo, incluso, ignorarle, a él. Puedo hacer que nada de lo que es verdad exista, y puedo alimentarme de mis sueños tanto tiempo como me duren. Pero, en el fondo, me empiezo a cuestionar si hago bien, aquí sentado, viviendo una vida que ya no es la mía, que nunca ha sido la mía, mientras tú vives una vida que debería haber compartido. Quisiera hacer las cosas bien, y empiezo por hacerlas al revés, que no mal. Bastantes veces pienso que es muy inútil, que no vale de nada la mayoría de las cosas que hago, ni siquiera esto, escribir. Igual es la canción que suena ahora, ¿la oyes? Antes la conocías bien. Joder... Igual es que soy gilipollas y he estado metiéndome mentira tras mentira en la cabeza, película tras película, canción tras canción; y al final no han resultado ser más que eso, que mentiras. Joder, qué bien sienta esto. Y sin embargo, de absurdo no deja de ser evidente. Confesarme a una puta pantalla y a unas cuantas letras. Pero bueno, aquí está mi salida, por muy irreal que parezca. Ya que no te tengo, al menos, espero que leas esto, que sepas que va por ti, que te brillen los ojos cuando estés acabando y que lo releas por si todavía no se te ha metido en la cabeza que te quiero. Más incluso que él en ése portal el otro día, más incluso que las que te dan abrazos más fingidos que en la tele, bastante más que los que te tiran la caña por comer caliente el sábado; más que en Roma.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Pregunta retórica.

Amanece en la ciudad, otro día más en el que levantarse y pelear contra mi mismo y contra el mundo. Lo mejor es ajustarse el sombrero y sonreír al perro de al lado del banco donde he dormido. Vagabundo suena fuerte, mejor viajero, básicamente porque no encontré la respuesta en tus ojos, y tuve que irme. Siempre lo he visto así de natural, si algo no funciona, cojo mis cosas y me voy. Llevo caminando demasiado tiempo como para esperar que una mirada me detenga en seco, paralizado. Y bueno, mucho menos tu mirada. Me la sé un poco de memoria, y me cansa. Ya te digo, desperdicié demasiado tiempo mirando en unos ojos que no eran más que un espejismo, un espejo. Creo que nunca dejé de mirar mi pupila con mi pupila. Aún así, descubrí dos diferencias. Una: yo puedo verte todavía, en la distancia, quieta, ¿puedes tú verme a mi?

La otra: yo puedo verme a mi mismo cuando bajo la cabeza, cuando me sumerjo en mis pensamientos. Puedo ver mis zapatos gastados de tanto andar, puedo ver mi sombra cansada detrás mía, todavía pegada a mis talones. Puedo ver mi orgullo colgando del pecho, y puedo distinguir mi sonrisa en los charcos, en los peores momentos. Mi diferencia, en forma de pregunta, es: ¿puedes verte tu a ti? ¿Qué queda? ¿Algo?

martes, 13 de diciembre de 2011

Cuentos?

-Cuentan que cada día que pasa en este maldito pueblo es más aburrido que el anterior. Éso es lo que cuentan, abuelo-por primera vez en mucho tiempo, su abuelo levantó los ojos del fuego y los clavó en las pupilas de su nieto. Su mirada era indescifrable, pero muy profunda.

+¿Acaso crees eso? Mira por la ventana, y calcula cuánto tiempo llevas aquí.

S tmiró por la ventana un momento y tragó saliva.

-Joder, otra vez nevando.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Querida Bárbara:



Te escribo esta carta desde las calles de París. Sí, París, la ciudad más bonita del mundo cuando hace frío, la de las luces inextinguibles, la de los besos y los cafés calientes, y los pasos apresurados sobre y bajo la nieve (sí, la de las aceras y al del cielo).  No sé, me gustó tu carta, o al menos me identifiqué con lo inconfundible. Sinceramente, llevo paseando con las manos en los bolsillos por estas calles mucho tiempo, pensando, con una sonrisa nostálgica en los labios. No tengo más que un secreto, que vale por mil verdades. He llegado a  esa conclusión. Y, perdona por decírtelo, pero, como con lo de los pingüinos, me niego. El amor me esquiva y me sonríe maliciosamente, y ataca cuando más desprevenido estoy. Por eso prefiero dejarlo y dejarme, y tan sólo disfrutar de París. No es ninguna alusión a mi querida M, pero la echaba de menos. El Loira me refleja otro mundo, otra vida que había olvidado un poco. La verdad, ya que estamos de confesiones, las Navidades del año pasado me las pasé borracho y cantando desafinado, tirado por las esquinas, esperando a que nevara, pero sin llegar a sentir que era Navidad del todo. No culpo ni acuso ni señalo, tan sólo te pido que estas sean diferentes.

Gracias por, sino el blog, al menos, haberme hecho sentir identificado.Atentamente, desde París,el inconfundido.


Ocho.

Me acabas de demostrar todo con no hacer nada. Sonríeme en la parada del tren, estaré sentado un rato viéndote pasar lentamente, contoneándote, sonriendo, feliz por volver a caer en las redes de las promesas vacías. Las palabras no arden como los papeles, ni se borran como lo mensajes. Acuérdate de esto cuando te hagan tanto daño que te des cuenta de que tú estás sentada aquí, viéndole pasar. Porque a esa sonrisa ha caído más de una, y todas han acabado igual. Pero no pienses que me quedaré sentado aquí para siempre. Prefiero ser rey en el infierno que servir en el cielo. Con eso acabo, deja las llaves encima de la mesa. Estaré en la playa un rato, viendo bajar la marea, viendo como la luna se me esconde, pasando el frío incompasible de un invierno despiadado.

domingo, 11 de diciembre de 2011

upss.

Crees que tienes el mundo a tus pies, que eres el puto amo, que controlas... en realidad tan sólo eres un gilipollas tirando de una caña sin anzuelo. Sabes tres palabras y las utilizas en todas tus frases, y todas tus jodidas oraciones son iguales, con o sin niebla. Un cubata cargado, por favor, y mucha paciencia para comerse todo "eso". Empiezo a estar un poco harto de que tu sonrisa y tus abrazos camuflen la víbora (o la zorra, si nos ponemos a hablar de animales) que hay en ti. Porque no sólo hay sirenas.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Cuentos de la Tierra Peligrosa I

Había una vez un príncipe que era muy orgulloso, cruel y arrogante. Era un mujeriego y un mal cristiano, y juraba, bebía y jugaba. Aún así, era muy querido por su padre, el Rey de aquel reino. Un día de verano, el príncipe llegó a cazar al tiempo. Al principio, cuando lo abatió, pensó que era una presa más, pero al acercarse a recogerla, se dio cuenta de la importancia de esa presa. Lo llevó a su castillo, se lo enseñó a su padre, que le felicitó, y le organizó un banquete; y el príncipe encerró al tiempo en una mazmorra en lo más profundo de su castillo, para esquivar a la muerte y evitar que los años desgastaran su figura. Ése joven príncipe  al tener encerrado al tiempo en su celda de cristal, se volvió orgulloso, altivo, poderoso. Creía que lo tenía todo, tan ciego en su soberbia como estaba, y, un día, en un ataque de poder, dejó escapar al tiempo, abriendo la pesada puerta que custodiaba la entrada a su celda. Y el tiempo voló lejos, lejos de allí... En un principio, el príncipe no le dio importancia, pero sobre él cayó una extraña maldición...

Pasó el tiempo que se había escapado, y las hojas empezaron a caerse en los bosques cercanos al castillo con una velocidad inusitada, asi que el príncipe salió a cazar otra vez. Esta vez, una de sus flechas perdidas alcanzó al amor. El príncipe lo recogió con cuidado y lo llevó a su castillo, donde le encerró en lo alto de una torre para mantenerlo siempre con él, y así, poder cortejar a la princesa que llevaba tiempo grabada en su cabeza. Sin embargo, la princesa lo rechazó delante de todos sus súbditos, y abandonó el castillo. El príncipe, iracundo y herido en su orgullo, se lanzó escaleras arriba y atravesó al amor con una daga de cristal.

Tras esto, el príncipe notó cómo envejecía muy rápidamente día a día, hora tras hora, segundo tras segundo. Su corazón había muerto cuando la mirada de desprecio de la princesa que lo rechazó se clavó en él, y su cuerpo estaba marchitándose como una rosa podrida; así que salió buscando un milagro que le salvara, porque había llevado desde siempre una vida de pecado. El príncipe pedía redención, al menos de su alma atormentada, y así, sin tiempo y sin amor, el príncipe salió de su castillo sólo, a caballo, arrastrando en el alma un peso que ni el mismo había de dónde había salido. Antes se despidió de su padre, que era más joven que él debido al maleficio del tiempo, y repudió el trono y la corona. El Príncipe Sin Corona se internó en el bosque, y allí, llovió durante dos días y dos noches, y el príncipe se perdió...


Unas semanas después de la tormenta, se presentaron dos campesinos en el castillo del Rey Sin Heredero, que estaba muy preocupado por su hijo. Los campesinos aseguraron tener noticias de este, y el Rey Sin Heredero les recibió en la estancia de la más alta torre del castillo, donde había muerto el amor. Los campesinos juraron haber encontrado un caballo muy bello pastando sólo en un claro, y unas armaduras mojadas junto a él, pero nada del jinete... El rey, al oír su historia, comenzó a llorar. Ahora era el Rey Sin Hijo, destinado a llorarle y a echarlo de menos el resto de su vida... un hijo que había nacido matando a su madre en el parto y que había muerto siendo más viejo que su padre... El rey mandó colgar a los campesinos que le habían traído tal funesta noticia, en el mismo claro donde decían haber visto los restos e su hijo, y así fue hecho... Sin embargo, a los dos días, los cuerpos habían desaparecido de las horcas. Los hombres del rey buscaron en la aldea cercana, para ver si les habían bajado de allí sus familiares, pero descubrieron que ellos no habían sido. Tampoco podían haber sido los animales, las sogas estaban cortadas por un puñal; y los viajeros no podrían haber pasado por ese claro del bosque, estaba remotamente escondido entre la maleza...

Los días pasaron, y llegó el viejo invierno. Entonces, en la blanca y pura nieve que se formaba en los caminos tras las noches frías, comenzaron a observarse huellas de unas botas con una suela pesada, y con dos letras grabadas en el tacón: L.B, las iniciales del desparecido. Esas botas habían pertenecido al joven príncipe, y nadie las había vuelto a ver desde que salieran enganchadas en las espuelas del príncipe la mañana en la que se marchó. El Rey jamás lo asumió, pero en el fondo sabía que esas botas eran las de su hijo. Los caminos eran peligrosos, y el bosque más, porque nadie sabía quién llevaba las botas del príncipe. Podía ser él mismo... imposible, era casi un cadáver cuando partió...

Pero lo peor no eran las huellas de las espectrales botas, sino que el tiempo parecía haberse detenido. Todos los días eran invierno, todos los días nevaba, nunca salía el sol. Nunca. EL bosque siempre estaba tenebroso entre la niebla, y el sol frío se ponía muy temprano... siempre invierno, nunca verano.... el tiempo se había detenido... muchos aseguraban haber oído el crujir de las flechas en el bosque, mas nadie cazaba...

***

Desde entonces, cada vez que paso por allí, por la taberna de la aldea cercana al bosque, oigo la misma leyenda: el príncipe está vivo, pero muerto a la vez: sin amor es muerto, pero con tiempo es vivo, y es una sombran un demonio que vive en el bosque, acechando a sus presas... quién sabe que quiere, quien sabe donde estará... Siempre que paso por la taberna de la aldea cercana al bosque encuentro más información para mis historias, y siempre escribo más páginas de leyendas, o realidades... el caso es que siempre que voy a ese maldito pueblo, siempre hace frío, y siempre ha nevado. Y alguna vez aseuro haber visto una sombra en los lindes del bosque...

martes, 6 de diciembre de 2011

Close enough

Nunca caminarás sólo. Al menos, siempre tendrás a tu sombra pegada a los pies. Nunca echaré de menos San Francisco o Nueva York porque nunca he estado, y jamás me quemará tu recuerdo porque nunca llegué a tenerte. Llámalo como quieras, dale nombres de esos tuyos tan enrevesados: paso del tiempo, caída de hojas, madurez. La cosa es que las noches han cambiado y ahora las estrellas brillan sin necesidad de que estén tus ojos detrás de toda causa y efecto. El frío y el invierno son preciosos, y creo que hemos llegado al tope de tus sentimientos con fecha de caducidad. No malgastaré más palabras de las necesarias para decirte que ya está, que me olvides. Porque si a ti te va a doler más el orgullo que las heridas, dame por desaparecido, missing. Será mejor que empieces a creer todas las cartas en las que te dije que me iba a ir.

L.

Desmayarse, atreverse, estar furioso
Áspero, tierno, liberal, esquivo
Alentado, mortal, difunto, vivo
Leal traidor, cobarde y animoso

No hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo
enojado, valiente, fugitivo
satisfecho, ofendido, receloso

Huir el rostro al claro desengaño
Beber veneno por licor suave
Olvidar el provecho, amar el daño

Creer que un cielo en un infierno no cabe
Dar la vida y el alma a un desengaño
esto es amor: quien lo probó, lo sabe.