lunes, 31 de octubre de 2011

16

Me queman los minutos. Ahora sí. Me falta tiempo para decírtelo, y te vas si me doy la vuelta. Estoy aquí setntado, pasando frío, arropado en el jersey, pensando. No es malo, necesito hacerlo. Dieciséis años. Dieciséis, divídelo entre dos, preciosa. Es muy irónico, pero es lo único que he llegado a sacar en claro. Sé mentir, pero tú no dejes que te mienta, no te dejes engañar por mí. Siempre que te mienta, que sepas que lo que haré será no mirarte a la cara. Es imposible mentirte mirándote a esos ojos. No puedo, me supera. Por eso siempre te digo que te quiero clavándome en tus pupilas. Quiero hacer las cosas bien, no quiero que esto parezca demasiado rápido, sé que tú tienes vértigo y yo muerdo demasiado. Puedo esperar, comerme las ganas, pero no las ilusiones. Me es imposible sacarme de la cabeza tu olor, tu sudadera de Universidad; me queman tus besos, me vuelves loco. Y, bueno, no soy Superman, y por lo tanto, no puedo luchar ni contra la distancia, ni contra las horas puntuales de coches en la esquina del parque, ni contra los tiranos, ni los mensajes del What´s Up de la Blackberry. Pero sí contra mí mismo. "Ahora a esperar, una semana, siete días. Bueno, uno más, siempre uno más. Hasta el sábado." Suelo decírmelo demasiado a mí mismo últimamente, y sé que algún día... pluf, se acabó el autocontrol. Por eso es malo. Porque mis historias sobre la chica preciosa son verdad, todads lo son. Tú eres la chica preciosa, creo que ya lo has notado, no fingo bien. No sé fingir bien mirándote a esos ojitos cuando hace frío. Y últimamente hace demasiado. Por eso estoy aquí sentado, en los pisos marrones, arropado en el jersey, pensando. Hoy, dieciséis años. divídelo entre dos...

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