jueves, 9 de febrero de 2012

Touché (III)

Te escribo del lugar desde donde no se pueden leer las cartas, donde no quedan más fotos en blanco y negro que las que resistieron el incendio; desde donde solíamos soñar para venir. Esto parece más frío sin ti. No sé si lo es, Nantes quedó muy atrás, y las francesitas de acento curvo y dulce también. Y tú. Y los disparos, y la maldita hora en la que se nos ocurrió ir. Cierto que nunca fue por orgullo y amor hacia una bandera (todas son iguales, rectangulares y hechas de sueños para que ondeen al viento mientras se las mira con respeto y amor, tan sólo cambian los colores), ni siquiera por curiosidad o necesidad. Fue otro juego más para ti, un carnaval, oportunidad para ver mundo y conocer gente. Y yo tuve que seguirte como la sombra a los pies. A veces creo que tuve que despegarme y dejar que fueras tú quien subiera a ese barco.

Por cierto, si ves al teniente Dan o a Coronel de la Barba- Mal-Recortada, diles que el uniforme me lo olvidé allí. Me acabo de acordar. Bueno, no creo que vuelva, no puedo volver, no creo que me dejaran pasar, lo hice muy mal. No tengo ni el gorro, ni el pijama. Creo que también me dejé por allí el brillo de los ojos, el hambre, la pena y el desengaño dorado de la juventud. Pero sobre todo el uniforme. Díselo al coronel.

***
Aún sigo aquí. Por cierto, es verdad, las puestas de Sol son espectaculares. Ya acabo, quedan unas líneas, no quiero entretenerte más. No se a donde mandar la carta, si al frente, al cielo o a la bonita casa costera de alguna francesa guapa que se enamoró de ti, quién sabe, igual estás bien. Te escribo en donde quiera que estés ,aunque, seguro, estás menos perdido que yo.

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