viernes, 3 de febrero de 2012

Touché (II)

Noches. Una, dos, tres noches. Qué más da el número. Pero  van bastantes. Noches largas, viejas y azules, de esas que huelen a tabaco y a resaca asquerosa. Podría ser un buen principio para una historia, cualquier historia. Lo malo es que es para la mía.
Y mi principio se remonta a otro principio, la causa primera de todas las causas de todas las noches. El nombre de la rosa, el juego de la mariposa, la educación de las hadas.

Ella actuaba en un pequeño café de París sin complejos, de estos que llegas y te dices a ti mismo que no vas a salir nunca. Era pequeñito, olía a tarde de lluvia, y servían un café delicioso. Yo estaba tan sólo de paso por la ciudad de las luces, pero me dejé arrastrar por un amigo hasta allí. Tardé en acostumbrarme al aire pesado y oscuro de aquel antro, pero una dulce voz francesa, con un acento finísimo, como el vuelo de una pluma, se balanceaba mecida por un guión malo de una obra de Shakespeare. Maldita sea, me enamoré. Me enamoré como un adolescente, tan sólo con oír su voz, su g francesa, el aleteo de sus ojos por la estancia oscura frente al escenario. Y fue en ése momento cuando, yo ensimismado, una suave mano me tocó el hombro. Lo rozó, apenas hubo contacto, pero yo me giré como si hubiera sido un chispazo. Miré casi molesto por apartar la vista de la Ofelia  del escenario, y vi una mujer que me preguntaba algo con gesto amable. No era muy guapa, no era una belleza, no vestía de Channel, ni siquiera llevaba un disfraz como mi francesa. De hecho, segundos después de verla, ni siquiera me pareció guapa: era uno de esos rostros de los que te enamoras, de los que ves todos los días por la mañana, por la tarde. Uno para toda la vida.
Y mi francesa se me olvidó.

1 comentario:

  1. Y sabes que es lo peor? Que ese "Ofelia", el 90% de las personas lo relacionan con Mortadelo y Filemon, y nadie pensaría en la chica que se volvió loca por el amor de Hamlet. Viva España y su amor por la buena literatura. Somos bichos raros 

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