-Cada día más.
-No te preocupes. Algún día volveremos a casa de abuela.
-No creo. El General ha muerto. La abuela ha muerto. No creo que a nadie le apetezca razonar sobre el correcto uso de los adverbios.
-Todo cambia. En vez de eso, podemos tomarnos un café y charlar. Me dijiste que se veían muy buenas puestas de Sol.
-Y no te he mentido. Se ven.
-Pues quiero una prueba. Pero antes salgamos de esta farsa.
-Ya, suena fácil. Pero esto no es como los papeles y guiones fáciles y malos de usar y tirar del General; esto no es teatro. Tú no puedes levantarte ahora de la trinchera, dejar el rifle en el suelo, y ponerte a andar tranquilamente hacia el Sur en busca del Sol, huyendo de esta niebla que nos come poco a poco por dentro. Esto es la Guerra.
-Ya, pero la vida es sueño, y los sueños son mágicos; y deseo con todas mis fuerzas que algún día salga el Sol por allí, y haga un buen día, y todos nos vayamos a dar un chapuzón; y que los alemanes salgan a ligar con las francesas de por aquí, que son una preciosidad.
-La verdad es que sí que lo son. Y si que estaría bien darnos un chapuzón. Aunque yo creo que sería mejor irnos nosotros con las francesas y que los alemanes tomen un poco el Sol, están muy blancos.
-¡No, estás loco! Las francesas déjaselas a ellos; ya tuve yo un roce con una francesa y casi pierdo hasta mi sombra. Tienen carácter.
-Sí, la verdad es que... un momento, Jhon, céntrate, mira delante. Seguimos aquí en las trincheras.
-Ups, la verdad es que sí. ¿Pero no era mejor lo otro?
-Pues claro.
-¿Entonces por qué te vas?
-...Malditos cocodrilos.
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