Subiendo escaleras se dio cuenta de que lo que en realidad le hacía falta era una mujer. A ver, es muy fácil decir que para él fue fácil encontrar esa fácil solución a su difícil problema si él trabaja subiendo pianos de cola por las escaleras (porque al fin y al cabo ese había sido el oficio hereditario de su familia, de padre a hijo hasta llegar a él). Y no, no fue porque se dio cuenta de que estaba sólo, que no tendría ningún hijo a quién enseñar su artístico oficio de subir el arte por los escalones; tampoco fue por la terrible opresión que sentía en el pecho cada vez que se cruzaba con los ojos verdes de Anna bajando las escaleras, y él se hacía a un lado torpemente, intentando esbozar una sonrisa suficientemente convincente para ella. No, desde luego que no fue por eso. Ni fue trabajando cuando se dio cuenta. Se dio cuenta cuando, subiendo las escaleras para ir a su piso, se cruzó accidentalmente con una mirada que no entraba dentro de sus cálculos, una mirada que bajaba inocentemente las escaleras con un ritmo armónico de valls: derecha, izquierda, derecha otra vez. El mundo pareció detenerse, y las llaves con las que jugaba se le cayeron de las manos, pero él ni siquiera se dio cuenta. Ella le miró un momento como quien mira a una pared, inflexible, y a él los ojos de Anna se le olvidaron. Aquellos otros ojos se posaron un segundo en sus pupilas, como una mariposa, y se olvidaron de él mientras volvía a fijares en bajar con cuidado armónico las escaleras. Él probablemente se quedó allí quieto, con la boca abierta y con cara de bobo, mirando como sus piernas seguían bajando a ritmo de valls por las escaleras sin prisa, a compás de algo mucho más lento que el corazón de aquel pobre hombre enamorado que la estaba esperando escalones arriba. Allí se quedó él, ese hombre enamorado desde hacía unos segundos, mirando como la mujer de su vida desaparecía por el rellano.
Y así fue como, tras recobrar el sentido del oído, del tacto y todos los demás, mientras retomaba su monótono paso descompasado, herido en su corazón, llegó a la conclusión de que necesitaba una mujer. A esa mujer.
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