Y unos ojos... Unos ojos tan claros que de claros parecían grandes, pero no grandes de exceso, sino que podías, perfectamente, resbalar y caer en ellos hasta el fondo si te descuidabas. Maldita locura irracional que conceden los deseos diminutos que suelto al aire con cada calada; todavía recuerdo esa mirada, que se grabó a fuego en mi mente. Sus ojos me daban miedo: miedo de enamorarme como un imbécil de algo que no iba a ser más que un saludo frío por las mañanas. Pero lo más desconcertante eran esas miradas vacías que lograba conseguir, y que dolían como puñales.
Jamás me guiñó un ojo.
Ni se acercó más de lo correcto para que la abrazase.
Ni hizo más de lo necesario para que llegara a amarla como un loco.
La cosa es que las incoherencias me encajaban, y yo, que crecía viéndola brillar, llegué a encontrar respuesta a esas preguntas bobas que me hacía a mí mismo día tras día. El día que llovió tanto me llegaron todas las respuestas de golpe, y no quise volver a saber nada más de ella. Hice las maletas y me fui sin hacer ruido. De todas formas, nadie preguntó por mí.
A partir de ese día comenzaron las estupideces de loco camuflado en traje de los domingos: me enfrenté al extraño hombre cada vez más irreconocible del espejo; me aburrí a mí mismo con mis historias inventadas o gastadas; y apliqué todas las leyes matemáticas que alguna vez fallaron otra vez. No hubo más de dos resultados. Siempre mal. La verdad, me comporté como un caballero con todas las damas que conocí desde el otro lado de la ventana. Las invité a un café, quizás charlamos, les hice el amor un buen rato. Un auténtico caballero, lo que yo diga, de no ser porque me aburrí de mirar y de verlas pasar. Pero yo siempre he tenido buena imaginación. Aunque los puzzles nunca se me han dado bien.
En aquel tiempo me re-inventé a mí mismo unas tres veces. Y como ninguna me mereció la pena (como no me merecía la pena tocar otra cosa más que no fuera la progresión de notas con la que abría la canción que nunca le compuse a sus ojos), pues me quedé como estoy ahora. Así de sencillo: la mirada de la infinita pena.
http://www.youtube.com/watch?v=X61BVv6pLtw&feature=relmfu
Me encanta esta entrada.
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