miércoles, 28 de marzo de 2012

Las quince cosas que nunca te escribí

Las cosas son como son, porque si no no lo serían. Y yo no tendría por qué estar aquí intentando venderte una sonrisa que no quieres. Las rimas fáciles me parecían, pues eso, demasiado fáciles como para usarlas con ligereza en todas aquellas otras rimas que no eran mías, aquellas que te dedicaba siempre cuando dormías, o cuando salías dando un portazo. Siempre he sido un impostor, y tú jamás me perdonaste que no lo olvidara. Pero bueno, las calles se les hacen más largas a un borracho que a ninguna otra persona, así que no voy a ponerme a enumerar una por una las cosas que hacían que cada día me enamorara más de ti; pero lo que sí voy a hacer es acordarme en silencio de que tú eres ta culpable como yo de que ahora mi piso huela a ti. Ésa es mi mayor venganza.

O tampoco.

Las quince cosas que nunca te escribí siguen en el mismo cajón, no me he acordado de ellas hasta hace un momento. Ni tú tampoco. Ni tu "tampoco" tan oportuno cuando te preguntaban si tenías novio. Jazz clásico de principios del s. XX es la mejor receta para que te tomen por loco. Y ahora no deja de sonar en el tocadiscos que todavía pude robarle a mi padre. Estaba echando polvo en un rincón del desván, como mi corazón para ti ahora mismo. El Jazz me recuerda que, como Harry Lime, todos cometemos errores. Y que no por eso la luna deja de billar por la noche mientras bailo despacio con una farola. Las mujeres se me han echo complicadas de golpe; o complicadas o, más bien, inaccesibles por mi estúpida creencia de que nadie quiere a un feo con clase. Tú lo hiciste, reconócelo. Con eso me basta.

O tampoco.

El epitafio de mis relatos grises:
" Querida y Amarga Melancolía de los recuerdos dulces, te me mezclas con las sonrisas gastadas y las miradas perdidas que me dicen que estoy loco (o, más bien, la impasividad por la impotencia de lo ocurrido)"

No hay comentarios:

Publicar un comentario