martes, 20 de marzo de 2012

La sierra que se colaba entre tus palabras y mis penas.

Desde luego, no era ni mucho menos una exhibición lo que quería. No vestía como un chulo de Bodeville porque quería salir a romper, a impresionar. Era, más bien, un acto de compasión hacia sí mismo, hacia su ego desgastado, tanto como el espejo viejo donde se miraba. La sonrisa mentirosa no escondía más que una mueca amarga. Salió a la calle, paseó, sonrió a las chicas, despreció a los chicos. Pero, solo. No buscó ver cómo se ponía el sol desde el puente porque su sombra se le antojaba larga, pesada y solitaria. Cada día más.

Las grandes victorias que había gritado y contado sin piedad por menos de una pregunta le servían de hipócrita escalerilla para llegar al tejado, él nunca había sido alto.  Pero en el tejado no se encontró con más que toda la mierda que él mismo había ido acumulando. Porque les fue perdiendo como una gotera: uno a uno. A quién, preguntará. Dudo seriamente que le respondan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario