lunes, 9 de abril de 2012

Nothing´s real about the [...]

Las horas largas de las que fuimos presos se escaparon casi sin hacer ruido cuando yo quemé las quimeras y tú diste el portazo. Y no te sentiste bien, y yo me sentí libre, pero, ¿libre de qué?. Las noches frías que se agolparon tras las ventanas los días de invierno nos enseñaron que los silencios son más dolorosos y tensos que las discusiones a gritos. Aún recuerdo las miradas del uno al otro, sentados en el lado opuesto del sofá; un sofá que a mí se me antojo de grande como un mar, tan pesado como el telón de acero. Cada noche era lo mismo, un monólogo de un silencio lento, y de fondo el constante eco metálico de la televisión encendida. Aunque ninguno llegamos a mirarla. Yo no despegué mis ojos de los tuyos, tú mirabas a intervalos.

Y la factura de a luz, claro, subió.

Ahora sé con cierta certeza (aunque lo procure ocultar) que fue mejor que te fueras. Tampoco creo haberte puesto pegas. De hecho, te abrí la puerta lo más cortesmente que me permití hacerlo. Tú creo que no te giraste, que ni siquiera acierto a recordar si me dijiste algo como despedida  (o como epitafio).

Sin embargo, las cosas pudieron ir peor de lo que fueron. De lo que ocurrió te referiré poco, unos cuantos días  menos en el calendario, algunas tardes perdidas (y perdido), poco más. Tampoco digo que fuera todo negativo. Al menos, la factura de la luz bajó.

Y tiré el sofá. Se me hacía demasiado... bueno, ya sabes.

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