viernes, 6 de abril de 2012

Colombo, los puros y la casa fría de la que te hablé (títulos entre paréntesis, já, invento mío)

Las cortinas rotas son una buena señal de que algo no va bien desde que no estás. No sé. Quizás el suelo está más sucio, las paredes desconchadas por la cal del olvido, mis alaridos roncos de pobre borracho desde un rincón de la habitación donde nos amábamos, la espesa cortina de pena que cubre las fotos. Cosas así. No sé.

El cajón de tus medias estaba tan abandonado que tuve que llenarlo con unos cigarrillos huérfanos; y mis folios, antes llenos de palabras y más palabras, inútiles del todo, pero palabras al fin y al cabo, tienen unas pocas metáforas de Sabina que son tan agrias como el sabor de cualquier cosa a mi paladar. Sigo pensando que lo tuyo fue todo un plan, un maldito plan maléfico.

Y yo lo sabía.
Pero lo peor fue que me dejé engatusar.

Siguiendo la línea que dejó tu cintura al pasar por los pasillos, he llegado hoy a un nuevo rincón que no había descubierto aún: la apatía. Consiste en sentarse en el sofá de mentiras que nos montamos, tan cómodo como inútil en mitad del salón. Sentarse ahí y quedarse con una cara de bobo descomunal mientras los recuerdo pasan lentamente, y cada vez más borrosos, más borrosos hasta que me doy cuenta del acto reflejo de llevarme la copa a los labios agrietados cada vez que te girabas.

Obviamente, como todo en tu plan, a la apatía le sigue un sentimiento de vacío y abandono, moteado de desilusión; y después de estar un rato pensando cómo combatirlo, se esfuma entre las columnas del patio. Ése patio sucio y descuidado, donde sólo llueve y hace frío (como todo en este maldito pueblo). Cuando estabas tú, no pasaba eso del todo. Hacía frío, pero no le prestaba atención. Ahora todo se ha vuelto mucho más irritante, como el reflejo del sol en la cara un día de resaca. En resumen, no sé que va mal sin ti, si las cortinas desgarradas o mis susurros a las musas del aire cuando toco el piano que, oh, no tiene siquiera teclas.

(Teclas, dientes, colmillos, los que tú me dejaste grabados en el cuello).

Me dejaste casi más interrogante y soso que Colombo sin su puro. Y ya es decir.
Cosas así. No sé.

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