Hoy es el día en que debería escribir. Pero hay algo que falla, el botón que no he apretado. No ha crujido nada dentro, las tripas siguen en su sitio. La tarde pasa lenta, y, joder, la he dejado pasar. Como también dejé pasar a tus...
El caso es que sigo sin querer escribir, y los versos me fluyen desafinados y desordenados como si de verdad me lo propusiera. La ironía es algo que se ha acabado pegando a mi sombra y a mi... ¿estilógrafo?. Las desbocadas ideas del principio ha ido dejando paso en silencio y calmadamente a las ideas ordenadas pero escasas, que se pegan al folio como si les fuera en ello la vida. Los tópicos han dejado de ser tópicos y se han convertido en rutina, y la rutina cansa. Es por eso que sólo un revoltijo de luces, de chispazos (¿inspiración?), sigue dándole vida a este montón de papel mojado de la pantalla del ordenador.
Los lunes vacíos se me amontonan en los bolsillos de la chaqueta; los miércoles de sol se han convertido en unas horas flacas entre la comida y la ducha; los fines de semana son la antesala de los lunes. Y entre esa rutina tan larga e insoportable como los silencios irresistibles que atraen las noches de insomnio tan magnéticamente, he llegado a encontrar ciertos ratitos de soledad en mitad de tanta gente (y tan poca).
No hace falta que me aburra, pero las ganas de escribir me saltan delante sin previo aviso. Si no me asustan, me sorprenden, y a veces las dejo pasar. Esa insatisfacción sobre mis ideas que se contradicen es también papel mojado, tiempo perdido. Las mariposas del estómago cuando la pluma se mueve del tintero al folio pueden transformarse en náuseas, y me paso de frenada.
Qué cosa es esto. Me encanta. Y eso que no quería escribir hoy.
http://www.youtube.com/watch?v=6kVoUNpLd5A&feature=related
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