lunes, 24 de octubre de 2011

Querido yo:

"Te propongo algo que humanamente jamás se ha dado: cambiar el mundo.
Dejar volar a tus sueños como si no hubiera horizontes imposibles ni nubes negras,
Ver acostarse al Sol todos los días, y verlo amanecer, enamorado de la luna, tras sus huellas,
Resistirte al mero impulso de la rutina, y cambiar de tu barco, el rumbo.

Huir de los reyes y sus tierras, de banqueros vampiros, de cuerdos vecinos,
Saber sin miedo que la vida es bella, beber ebrio de botellas,
Que alguna vez supieron más que a vino,
Sin esperar que el amor, despechado e irracional, deje mella.


Y romper los moldes injustos de la vida, y volar,
Enamorarte otra vez del cine, el teatro, la música, y volver a amar,
Olvidar sin ser olvidado, y besar,
Y perder el tiempo de la manera más ligera
Que no hay olor de primavera
Que me pueda de éste dulce otoño sacar."

-Ésta fue la carta que encontré escrita en el sobre que llevaba guardado celosamente durante años. Reconozco que me sacó una sonrisa, porque me ayudó a recordar que, por aquel entonces, en mi juventud, veía a través del cristal de la sana locura, ya por aquel entonces soñaba con los imposibles, con una vida de rápidos, de vicios caros y besos a escondidas. Soñaba con nada más y nada menos que cambiar el mundo. Me veía un personaje de mi novela, de mi propia novela (o nivola, como Unamuno), capaz de todo, personaje de mi propia leyenda, gafas de sol, Mick Jagger, soberbia cosida a los genes y mucha cara para aguantar todos los golpes mejor.

-Y, abuelo, sin embargo, tan diferente no ha sido.

-Por supuesto que no, nietecito mío. Por supuesto que no...

-¿A qué te referías con lo de "dulce otoño"?

-A mi juventud, hijo. Porque una vez se te pasan las oportunidades, y los años, llega de golpe el invierno. Puedes verte en mitad de los cuarenta viviendo una vida que siempre odiaste. Y para mí, ése es la mayor derrota que puede sufrir una persona: la derrota contra el tiempo. Por eso debemos tomarnos la vida como algo a contrarreloj,  y, para mi, la mejor manera era haciéndome ver que no nos sobra el tiempo, como en primavera, cuando las flores salen, sino que es en otoño, cuando empiezan a caer, lenta pero inexorablemente.

-¿Y tú ganaste tu batalla contra el tiempo, abuelo?

-Éso ni lo sé, ni lo sabré jamás con certeza.

1 comentario:

  1. Tengo que pedirte un favor. Déjame poner esta entrada en mi blog del tuenti.

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