viernes, 6 de enero de 2012

Yipsilanti (Chicago o el loco inconfundibe pero confundido nº 2)

Indecisión o no. Me he enamorado otra vez, todo se va, todo pasa. Conduje a Chicago, todo se sabe, todo se sabe. Estuvimos muy cercanos al estado, no me importa, no me importa, cometí demasiados errores en mi mente, en mi mente.

Hoy no es el día más indicado para hablar de eso, de que hay veces en las que podría decirte mil cosas y no ser ninguna cierta, no lo llames mentira, llámalo imaginación. Puedo mentirte con las cosas más inverosímiles que pueda llegar a montare en la cabeza,  y tú creerme. Puedo mentirte de la manera más hermosa del mundo y hacer que te enamores, vaya día, ya está pasando otra vez. Puedo, o podría. O pude. O podré. O puedo. No sé, todavía no lo he probado, soy un mentiroso. No, no, perdón, quería decir imaginativo. Bueno, te acabo de demostrar que puedo hacerte creer algo que no es verdad. O sí.

Los locos, los locos. Esos son los que menos me preocupan. Su manera irracional de actuar es siempre la misma, sigue un método, pese a ser irracional. Lo inesperado, a la larga, se vuelve esperado. Por eso no me preocupo demasiado en mí mismo, al final acabaré haciendo algo que sea predecible. Me preocupo, realmente, de los honestos. Honestamente, creo que los honestos son los que, en cualquier momento, pueden cruzar la línea y hacer algo que descuadre a todos, algo deshonesto. No termino de ver el lado bueno del asunto a esto de estar loco, Johan (al fin y al cabo, Jose) cree que es algo bueno, yo no lo dudo pero no acabo de creérmelo. Por eso dejo que esto fluya. Te quiero (entre paréntesis y sin que te des cuenta, con un beso en la mejilla cuando te duermes), pero prefiero contarte más cosas que cosas que sabes de sobra.


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