martes, 10 de enero de 2012

Puggy (Toronto o el loco inconfundible y más confundido que antes)

A veces te veo en el espejo en que solíamos mirarnos, abrazados, tú delante y yo detrás, los dos con cara de bobos, sonrientes, mirando . Y, sinceramente, no encuentro una sola razón ni un motivo, ni una excusa para todas las que vinieron detrás de eso. Aunque, pensándolo mejor, encuentro más motivos y más causas para que cada mañana dejaras de reflejarte en el espejo, para que te fueras, kaput, finito. Es más, quitando el fantasma del espejo, no me acuerdo de más. Fantasma o espejismo, quién lo supiera. Hay quien dice que pasó de verdad, me niego a creerlo. Sin embargo, ahora estoy bastante mejor, el espejo está colgado por clemencia en el baño, pero me preocupo más por mi reflejo que por las sombras del tuyo

Eso por un lado. Pero la cruz en la moneda la esconde una cara. Quiero decir (quería), que las cosas no salen como planeas, y menos las cosas que planeas salen como tenías pensado. Los planes se improvisan para que salgan, eso es así. Hoy si llueve no se sale (¡que llueva, por favor!), pero da igual, no lloverá. Así que eso te lo dejo a ti, Miss Sadness, ahora tan altiva como te permites serlo; tan triste y arrepentida a veces. Nada que no será algo, mientras aún me queden fuerzas. Ya has movido, has tirado los dados, me toca a mí. Y no soy buen jugador, pero sí soy un tío listo.

Algo es algo.

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