Ella se ponía los zapatos azules para salir, siempre. Nunca hubo alguna vez un par de tacones más bien llevados que los suyos. Bueno, igual si hubo, pero no me fijé. Al fin y al cabo, estaba ella ahí, delante, entre la gente. Y siempre acabábamos igual. La gente mira y escucha, y habla y piensa, y ríe; pero yo sólo soy uno y no, no tengo paciencia para todos. Bueno, un día menos, queda poco más de un siglo para volver a lo que eras; quedan menos de dos días para que vuelvas a oler ese recuerdo en tu memoria y te borres todos esos esquemas y esas tonterías, y probablemente te digas a ti misma que te equivocaste. No, te equivocas ahora, no antes. Ojala te duermas antes de que empiece a llover, que no te entre la melancolía de las rosas tristes, no empieces a rezar a San Perdón; que no te escuche si lo haces. Este ciego no mira para atrás, estas cenizas no juegan con fuego, en tu cabeza se niega algo que alguna vez podrás.
Uh, me acabo de acordar. Te debo un beso, uno de esos cálidos en la mejilla los días de frío; uno de esos besos que te calan los huesos, uno de esos que te llevan allí lejos, donde la luz del Sol baña el recuerdo del atardecer más bonito del mundo un día que estaba nublado, allí donde te diste cuenta de que yo no era lo mejor, que era el sacrificio necesario, el "héroe" que sueña con serlo desde el callejón sucio de la desesperanza; no estoy diciendo uno más, que fuera el sumando de la izquierda. Te estoy diciendo uno menos.
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