miércoles, 31 de agosto de 2011

diagnóstico definitivo: enamorado de una foto.

No es tan extraño. Bueno, un pelín sí. Pero sólo un pelín. Porque, al fin y al cabo, las fotos son recuerdos que una extraña magia disfrazada de ciencia logró plasmar en un pequeño rectangulito de papel, o en la memoria de una cámara o un ordenador. Es algo tan volátil, tan abstracto visto así... las fotos son casi un sentimiento, nos hacen reír, llorar, recordar  con nostalgia momentos pasados. Son magia, porque atrapan en su hechizo de cuatro bordes y una luz cegadora (llamada vulgarmente flash), a paisajes, animales, situaciones y personas.  Porque las fotos son magia, pero casi que también se sacrifican por lo que atrapan para siempre. La magia (como el amor, o los préstamos) siempre pide algo a cambio de algo. Y la foto se sacrifica en sí para capturar lo que sea por toda la eternidad. No se recuerdan fotos por el mero hecho de que sean fotos, sino que se las recuerda por lo que contienen. Por los recuerdos robados al mundo y atrapados para siempre en ése extraño recipiente. Quién no sabe cuál es ésta foto:
Pues bien, suena estúpido, y ya no sé si es el alcohol que enturbia mis sentidos, o las altas horas de la mañana frente a éste teclado, pero creo estar completa, paradójica, lamentable, e irremediablemente enamorado de una foto. Y obviamente, no de la foto en sí, sino de la persona, del momento de su vida hechizado por una cámara.

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