Suele hacer frío cuando salgo a volar. Y de fondo suena música ácida. Ácido no es para nada triste, pero no es precisamente alegre ni optimista. Y me sienta bien. Es realista, es como la vida. Una de cal y otra de arena. Por eso me gusta. Porque me ayuda a levantar el vuelo sin despegar los pies del suelo.
Aún así, sigue haciendo frío cuando salgo a volar. Y también cuando vuelvo y desayuno en el balcón un par de huevos fritos y bacon frío. Y eso que es verano. Me recorren los escalofríos y de repente vuelven a soplar a ratos vienos fríos del norte, vientos de invierno.
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