miércoles, 19 de diciembre de 2012

Variazione di un tango


En aquel espacio de tiempo entre el metro y su casa comenzó a pensar por primera vez.  A pensar en cuánto echaría de menos sus ojos, aquella manera especial que podía tener de arrugar la nariz cuando algo no le hacía demasiada gracia, sus medias sonrisas posteriores. Se sintió algo más desamparado que el momento antes de haberse echado a pensar, así que apretó el paso.  No era otra de sus descripciones tristes y arrastradas, tan sólo una apreciación.  Hacía frío, y desde hacía tiempo sospechaba secuestro, pero siempre había sacado fe de las dudas que empapaban su almohada, y no sabía exactamente cómo.

Ahora, sin embargo, las dudas se le habían hecho tan obvias que no eran dudas, sino cuadros burlones en las paredes del mismo pasillo que tenía que recorrer una y otra vez.

Él, irremediablemente, lo aceptaba, y cruzaba las manos tras la espalda mientras andaba. La resignación le dejaba siempre un sabor algo grisáceo, pero era mejor que la pena doliente del que sabe que no puede hacer nada, y se castiga por algo que, como es, escapa de su alcance.

“Sencillamente el amor es un juego, una ilusión para uno que para el otro jamás existe. “

Ahora comprendía el porqué de los largos silencios abatidos y borrachos del Capitán.
Ni una sola mención mental más del nombre de su musa en el resto del camino. Le temblaban los dedos con la experiencia del que se sabía desamparado en el ascensor. Tamborileó una vez más aquel ritmo nervioso antes de abrir la puerta de su piso, y ver que no estaba.

Los cuadros del pasillo se cayeron todos.

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