martes, 31 de julio de 2012

Nearby

Anoche soñé contigo. Podría ser una de mis mentiras aterciopeladas, o bien una de esas que las pillas antes siquiera de que me brillen los ojos. Pero no, esta vez fue verdad. Soñé que te recorría las caderas en un abrazo de cristal, y te miré  a los ojos. Soñé que pude ver tu mirada muy lejos de allí, en otro lugar. No se donde, pero la vi. Y comprendí que aquel no era mi sitio. Que los abrazos te los tenía que dar otro, que yo solamente podría añorarte, solo tendría mi imaginación para suplir el enorme vacío de algo que no llegó a ser, pero que pesa tanto como una losa de lágrimas. Claro, yo ya había echo planes por si realmente eras mía, y te solté de la cintura para deshacerlos; y para dejarte ir. Fue como quitar un lazo. Tuve que desescribir todas las canciones, mancharme de tinta las manos tachando cada retazo de ti pintado en mis historias. Borré los árboles, las flores, el azul, el sol y las estrellas; y me volví a pintar a mí mismo borracho, melancólico y gris en cualquier garito que jamás visité. Miento mucho, pero te juro que pinto al escribir. Pinto cosas que tuve que enyesar cuando el lazo se deshizo y tú desapareciste. Tuve que volver a hacer café para uno.

Anoche también soñé que me conformaba con mirarte de lejos cuando tú estuvieras mirando a ese otro, solamente para ver ése brillo en la mirada que a mí me resplandece sólo cuando miento. 

Anoche me desperté y te habías ido. Si realmente te hubieras llegado a quedar alguna vez, te habías ido. No como todas aquellas veces que siempre estabas, que yo te sonreía y hacíamos el amor. No. Esta vez tú rompías mis pobres historias, el consuelo que me queda.



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