sábado, 12 de mayo de 2012

Amelie, de... de Pereza.

Hoy las ganas de escribir me las ha levantado el mordisco que me ha dado una canción. Es extraño, es como volver con una ex, sabes lo que será pero no te esperas que pique tanto. Ídem de ídem. Los acordes suaves del principio de Amelie, de Pereza, me ha ido balanceando mientras caía al pozo. La canción es un conjunto de caricias a las cuerdas de una guitarra, y el contrapunto casi dramático de  un piano. Un contrabajo hace las veces de bajo, y se escapan algunos rasgueos tímidos de una eléctrica; todo esto llevado por una batería sencilla, de jazz. Esto es la teoría, la canción en verdad es otra cosa. Al principio  te engatusa como una historia contada en susurros en un café un día lluvioso, te balancea entre la voz suave de Leiva y la voz de borracho insómnico de Calamaro. Te dejas mecer por el compás casi sexy de Amelie, y el estribillo te devuelve a la realidad: que se ha ido, que es un sueño, que todo pasó, pero que tú sigues calado por ella.

La vuelta del estribillo es andar borracho cantando en voz alta y desafinando por la calle, pero las connotaciones son tan lindas que las reconoces como tuyas. La canción es tan frágil que te da miedo romperla si siquiera respiras más fuerte de la cuenta; es tan linda que es en sí la sonrisa de Amelie, esa que te enamoró, la que se fue dejándote bien jodido.

Esta es una de las canciones que, de verdad, puedo decir que me voló la cabeza. "Me tienes calado". Amelie de Pereza.

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