No quisiera parecer premeditado, o descarado. Tampoco repentino y buscón, algo con intereses. Bueno, no quisiera asustarte, pero sí sorprenderte. Pillarte como hacía antes. Arrancarte una sonrisa más que unos sonoros aplausos. Demasiado lejos del mar, estamos. La verdad, todo acabó de manera extraña, tú por tu lado, yo tropezando por el otro, con el traje de graduación que dejaste a medio dibujar con palabras. Me hubiera gustado arrancarte más sonrisas más a menudo, pero ahí estabas tú, de repente lejos de mí. Una sonrisa no puede cruzar miles de kilómetros.
Te evaporaste y me quedé más perplejo que entero. Y sé de sobra que me miras, porque yo también lo hago. No consigo descifrar si son miradas de perdón, o de lástima. O una de las miradas añejas al pasado. No entiendo por qué faltaste cuando intente escuchar tus cantos, y me quedé sordo. De literatura, y de otras cosas, de esas de las que hablábamos. La bebida prometida se me quedó fría entre las manos.
Quizás fue cosa mía. No estoy seguro, no quiero ser ese patético personaje que me saco cada noche del bolsillo, ese que se marca unas reflexiones del copón, intentando ser redimido por la fuerza del destino, o algún párrafo positivo. No quiero apenar, sencillamente llamo a la puerta que dudo que escuches.
No hay comentarios:
Publicar un comentario