martes, 12 de junio de 2012

Jouxd´enfants

-Aquellas piernas pasaron ya hace años por aquí, pero.. ¡oh, señor! ¡Vaya piernas! Por aquel entonces, París era la capital de algo, pero lo era; yo era un joven capaz de todo, con un bonito hotel aquí en el centro; y desde luego que sus piernas eran las más bellas de toda Europa. Los ojos de todos los hombres las seguían, desde su nacimiento casi mágico sobre aquellos tacones, hasta donde acaban pícaramente bajo un vestido dorado.
-No hace falta usted que lo jure. ¿Tiene habitación o no?
-Oh, sí, el joven Rollo Martins se enamoró perdidamente de ella. Le acompañaba un tal Louis, un trompetista negro que hablaba muy grave, y cantaba con la voz descosida por el alcohol. La verdad, los dos hacían un buen dúo, y cuando sonaba aquel rotundo vozarrón, toda la sala se callaba de golpe, asombradas por la fuerza que desprendía. Pero a mí nunca-dijo, negando con la cabeza, con cierto orgullo-, nunca me gustó su voz. El caso es que a Martins le fueron pudiendo las piernas de su amiga más que su chello (creo yo que se le harían más interminables), y dejó a Louis a solas con su trompeta. Luego llegó la guerra, y París... bueno, París dejó de ser el sueño que fue. Yo no me quedé, pero sé de buena tinta que aquellas piernas dejaron tirado a Martins, y el pobre lo pasó mal. Creo que jamás gané tanto en alcohol como la semana que se pasó balbuceando cosas entre trago y trago aquel pobre diablo.
-¿No acaba de decir que se fue?
-Claro, claro que me fui. Pero Martins también. Nos reencontramos en Nueva Orleans, donde, maldita sea, el tal Louis seguía cantando. Eso le sentó a Martins como un tiro. Y a aquellas piernas no las volvió a ver después de la guerra, desde que se despidieron apresuradamente nosedónde nosecuando. Pero él las recordaba cada noche mientras sonaba esa voz rota. Ése Armsrong era bueno, decían.

http://www.youtube.com/watch?v=8IJzYAda1wA&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=OilrL9SOTRQ&feature=related


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